Estados Unidos acude este martes a las urnas en una jornada clave que servirá como primer termómetro político del Gobierno de Donald Trump, apenas nueve meses después de su regreso a la Casa Blanca.
Las contiendas por las gobernaciones de Nueva Jersey y Virginia, y la alcaldía de Nueva York, definirán si el electorado estadounidense mantiene su respaldo al discurso del magnate republicano o si, por el contrario, el Partido Demócrata logra iniciar un proceso de reconstrucción tras la debacle electoral de 2024.
El retorno de Trump al poder, acompañado de un gabinete marcadamente conservador y un estilo confrontacional, ha generado una ola de movilización política en los estados tradicionalmente progresistas, donde el costo de vida, la educación y la seguridad se han convertido en temas centrales.
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Aunque el 57 % de los estadounidenses desaprueba su gestión, según encuestas el país continúa dividido en mitades casi exactas entre republicanos y demócratas. Los comicios de este martes funcionan, por tanto, como una prueba de resistencia del trumpismo, un fenómeno que combina populismo económico, nacionalismo identitario y una narrativa antiinstitucional.
En la ciudad de Nueva York, el demócrata socialista Zohran Mamdani, de 34 años, lidera las encuestas frente al exgobernador Andrew Cuomo, quien compite como independiente con el respaldo del exalcalde Michael Bloomberg y del saliente mandatario Eric Adams.
La campaña expuso las fracturas internas del Partido Demócrata entre un ala progresista que promueve medidas audaces —congelamiento de rentas, transporte público gratuito y universalización del cuidado infantil— y otra más moderada, encarnada por Cuomo, que propone “recuperar la gestión sin radicalismos”.
Mamdani, de ascendencia ugandesa e identificado con el movimiento socialista democrático, ha hecho del tema de la vivienda su eje central, conectando con el electorado joven, los trabajadores precarios y los sectores inmigrantes.
Su candidatura también ha sufrido ataques islamófobos, en un país donde la retórica antiárabe y antipalestina se ha recrudecido desde el inicio del mandato de Trump.
“El mensaje de Mamdani no es contra Trump, sino contra el modelo que produce desigualdad”, resumió The Guardian, señalando que el joven asambleísta representa “una izquierda municipal que busca gobernar, no solo resistir”.

En Nueva Jersey, el duelo entre la demócrata Mikie Sherrill y el republicano Jack Ciattarelli se ha cerrado a márgenes mínimos.
Sherrill, exoficial naval y congresista, propone políticas pragmáticas centradas en la infraestructura y la reducción de impuestos locales, mientras Ciattarelli intenta replicar el éxito populista de Trump con un discurso sobre “austeridad, familia y seguridad”.
La campaña batió récords de gasto —más de 200 millones de dólares entre fondos partidarios y donaciones privadas— y se desarrolla en un contexto de descontento social por el aumento del costo de vida, con la inflación acumulada más alta en la región noreste en dos décadas.
“El voto en Nueva Jersey medirá si el mensaje económico del trumpismo aún seduce a las clases medias suburbanas”, apuntó el Center for American Politics.
En Virginia, la exagente de la CIA y congresista demócrata Abigail Spanberger lidera cómodamente sobre la republicana Winsome Earle-Sears, actual vicegobernadora.
Spanberger, considerada una figura moderada dentro del partido, ha enfocado su discurso en la estabilidad económica y la defensa del empleo público, apelando al numeroso cuerpo de trabajadores federales con sede en el estado.
Su ventaja refleja una reacción del electorado urbano ante los recortes federales y despidos masivos impulsados por Trump, en particular dentro del Departamento de Transporte y las agencias de salud.
Earle-Sears, por su parte, ha radicalizado su campaña con un tono culturalista y ultraconservador, atacando a su rival por “abrir las puertas a la inmigración ilegal” y “alinearse con las élites de Washington”.
Mientras tanto, en la costa oeste, el electorado californiano decide sobre la Proposición 50, una enmienda que permitiría a los legisladores demócratas redibujar el mapa congresional del estado para contrarrestar el gerrymandering republicano de Texas.
El proyecto, impulsado por Gavin Newsom, Barack Obama, Kamala Harris y Alexandria Ocasio-Cortez, ha despertado debate sobre hasta dónde el partido está dispuesto a modificar reglas institucionales para frenar el avance conservador.

Con una campaña de más de 120 millones de dólares en apoyo, la medida podría redefinir el equilibrio del Congreso en 2026, consolidando el poder demócrata en la costa del Pacífico.
Los resultados de esta jornada no solo delinearán la correlación de fuerzas entre republicanos y demócratas, sino que marcarán el pulso de un país dividido entre dos modelos de nación:uno, autoritarismo liberal y militarización interna, promovido por Trump; el otro, un progresismo fragmentado que intenta reconstruirse desde lo local, como en el caso de Mamdani en Nueva York.
Las elecciones intermedias de 2026 ya se perfilan como un referendo sobre la democracia estadounidense misma, donde la clase trabajadora urbana, las minorías étnicas y los nuevos votantes jóvenes podrían redefinir el mapa político de la mayor potencia del mundo.
“Lo que está en juego no es solo quién gobierna cada estado, sino qué tipo de país será Estados Unidos en la segunda era Trump”, concluye el analista Joseph Gedeon desde Washington.