En las tierras cálidas de Centroamérica, especialmente en regiones como Guanacaste (Costa Rica), Juticalpa (Honduras) y el Río San Juan en Nicaragua, sobrevive una tradición que ha resistido el paso del tiempo: la elaboración de la chicha de coyolito, también conocida como vino de coyol.
La chicha de coyolito es una bebida fermentada obtenida del árbol de coyol (Acrocomia aculeata), una especie de palma que crece en zonas tropicales. Para producirla, se cortan los troncos del árbol y se dejan reposar, permitiendo que el líquido interno fermente de forma natural. El resultado es una bebida ligeramente embriagante, de color amarillo pálido y textura turbia.
Esta bebida no solo refresca, sino que también conecta con las raíces de los pueblos que la producen. En Costa Rica, por ejemplo, aún existen “coyoleras”, espacios donde se extrae y fermenta el líquido, especialmente durante la Semana Santa y el verano. En otras regiones, como Nicaragua y Honduras, es común ver vendedores ofreciendo chicha de coyolito en botellas recicladas al borde de los caminos ruralesWikipedia.
Más que una bebida, la chicha de coyolito representa un legado cultural y ecológico. Su producción artesanal, sin aditivos ni procesos industriales, la convierte en un símbolo de resistencia frente al olvido y la modernidad. Algunos incluso la consumen directamente del tronco, usando una pajilla o bambú para extraer el líquido fresco.