El Diario Nica

Orígenes antagónicos del nombre de Managua

Un valioso testimonio histórico del siglo XVIII revela cómo era Managua en el año 1751, cuando el Obispo Agustín Morel de Santa Cruz realizó un extenso recorrido pastoral por Nicaragua, incluyendo una parada en la entonces incipiente población a orillas de una laguna que hoy es la capital del país.

Después de visitar Nindirí, el obispo escribió: “Partí para el pueblo de Managua”, y no escatimó elogios hacia el lugar. Describió a Managua como “lo más alegre y deleitable que puede contemplarse”, destacando su belleza natural: “Tiénenla a las orillas de una laguna, que a primera vista parece el mar”.

El obispo también se refirió con respeto y admiración a sus habitantes, a quienes llamó “los naturales de Managua”, dejando constancia escrita del gentilicio local en una época temprana de la historia del país.

Uno de los aspectos más relevantes de su visita fue su descripción del templo principal de la localidad, al que denominó “la parroquia”, lo que confirma que para entonces Managua ya contaba oficialmente con el estatus de parroquia, un grado superior a la ermita.

Sobre el edificio, Morel de Santa Cruz detalló: “La parroquia estará como a una cuadra de la playa; es mediana, de tres naves, sobre horcones, de adobe y tejas; tiene por titular a Santiago. Una sacristía reducida y el cementerio cercado de tapias, carece de torres. Las campanas están pendientes de cuatro horcones con su techo de paja; hay cuatro altares con retablos, y frontales dorados. Ornamentos pocos y viejos”.

Este documento histórico, conservado en el Registro de la Crónica del Patrimonio Colonial (RCPC 67: 11), no solo enriquece el conocimiento sobre la arquitectura y religiosidad de la época, sino que también resalta los orígenes de la identidad y cultura managüense.