El 15 de julio de 1969 quedó grabado como uno de los días más impactantes en la historia reciente de Nicaragua. Esa tarde, en una casa del barrio Las Delicias del Volga, se libró una batalla que parece sacada de una película, pero que fue absolutamente real: un joven revolucionario, de apenas 25 años, enfrentó solo a 300 efectivos de la Guardia Nacional.
Su nombre: Julio Buitrago Urroz, miembro de la Dirección Nacional del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) y jefe de la Resistencia Urbana. La historia, por sus elementos dramáticos, humanos y heroicos, bien podría parecer el guion de un filme de guerra y sacrificio: tanquetas, avionetas artilladas, una casa rodeada y un joven que decide resistir hasta el final para proteger a sus compañeras.
Pero no fue cine. Fue historia vivida. Una escena de guerra en el corazón de la ciudad En el contexto de la lucha armada contra la dictadura de Anastasio Somoza, las casas de seguridad del FSLN eran puntos clave de operación clandestina. En una de ellas, ubicada cerca de Las Delicias del Volga, se encontraba el comandante Julio Buitrago junto a las militantes Doris Tijerino, Gloria Campos, Mirna Mendoza y una niña de un año. Una delación permitió a la Guardia Nacional ubicar la casa.
La respuesta fue inmediata y desproporcionada: más de 300 soldados, una tanqueta Sherman y apoyo aéreo rodearon el inmueble. Buitrago ordenó a las compañeras que intentaran escapar. Él decidió quedarse a enfrentar el ataque solo. Lo que siguió fue transmitido en vivo por la televisión nacional de la época. Durante más de tres horas, los medios mostraron el bombardeo de la casa como un intento de demostrar la “superioridad” del régimen. Sin embargo, el resultado fue otro: la población fue testigo de la descomunal fuerza empleada contra un solo joven, armado únicamente con una subametralladora M3 y su determinación. ¿Quién fue Julio Buitrago? Julio Buitrago nació el 12 de agosto de 1944.
Desde adolescente mostró compromiso con las causas sociales. Estudió en el Instituto Ramírez Goyena, donde lideró el Frente Estudiantil Revolucionario (FER). Posteriormente ingresó a la Universidad Centroamericana (UCA), donde presidió el Consejo Estudiantil (CEUCA). A los 15 años comenzó a involucrarse en actividades revolucionarias y a los 20 se integró de lleno al FSLN. Para 1969, con solo 25 años, ya era parte de la Dirección Nacional y uno de los principales responsables de la lucha clandestina en las ciudades. Durante su corta pero intensa vida, Julio participó en diversas acciones revolucionarias, organizó redes de apoyo, y convirtió casas, como la de la profesora Concepción Mendoza (“Tía Conny”), en centros logísticos del FSLN. En ellas, además de resguardar compañeros, también se escribían comunicados, se protegía armamento, y se planeaban operaciones.
Una vida interrumpida antes de una boda Uno de los detalles más conmovedores de aquella jornada es que el 15 de julio de 1969 estaba previsto un evento especial: una boda religiosa entre dos militantes sandinistas, Ramón “Moncho” Rizo y su compañera. Julio había autorizado la ceremonia. Su última conversación con ella fue tranquila: “No se preocupe, compañera. Ahí estará”. Pero las balas interrumpieron ese futuro. La misma tarde, mientras la ciudad se estremecía por el enfrentamiento en Las Delicias del Volga, otra casa de seguridad del FSLN en el barrio Santo Domingo fue atacada. En ese operativo cayeron los militantes Marco Antonio Rivera, Aníbal Castillo y Alesio Blandón. Después del combate: legado y memoria Julio no sobrevivió al combate.
Su cuerpo fue hallado entre los escombros de la casa destruida. Pero el intento del régimen por borrar su figura terminó haciendo lo contrario: Julio se convirtió en un símbolo. El poeta Leonel Rugama le dedicó el poema “Las casas quedaron llenas de humo”, donde resumió la dimensión de su entrega.
A más de medio siglo, su nombre sigue vivo en los libros de historia, en los barrios, en murales, escuelas y generaciones que, aunque no lo conocieron, lo recuerdan como un ejemplo de convicción, humildad y coraje. Un héroe sin ficción A diferencia de los héroes del cine, Julio no tenía efectos especiales, ni respaldo internacional, ni guionistas. Su historia se forjó con acciones reales, en calles verdaderas y con consecuencias profundas. Enfrentó a un ejército, no para ganar una batalla militar, sino para mostrar que la dignidad de un pueblo puede tener rostro joven, voz firme y voluntad de acero.