El Diario Nica

¿Una Guerra Inevitable? El Conflicto Irán–Israel y el Fracaso de la Comunidad Internacional

Un mundo al borde del abismo

La impunidad con la que Israel ha ejecutado su ofensiva militar contra Irán es una señal inequívoca de que el derecho internacional ha sido reemplazado por el uso calculado de la fuerza. El bombardeo directo a instalaciones nucleares, ministerios civiles y centros energéticos iraníes, sin previa autorización internacional ni declaración de guerra, representa una escalada brutal que, de ser cometida por cualquier otro país, habría desatado una ola de sanciones. En lugar de eso, Israel goza de una especie de inmunidad geopolítica que mina toda idea de orden mundial justo.

Radiografía de la escalada: del poder indirecto a la confrontación directa

El 13 de junio de 2025, Israel puso en marcha la «Operación León Ascendente», un ataque masivo que abarcó objetivos civiles, energéticos y militares en Irán. Los daños a la planta de enriquecimiento de uranio en Natanz, el campo de gas South Pars y el Ministerio de Asuntos Exteriores iraní no pueden considerarse daños colaterales: fueron blanco deliberado de una campaña destinada a paralizar la infraestructura del Estado iraní. La muerte de líderes militares y científicos también responde a una estrategia de decapitación selectiva que viola las normas más básicas del derecho humanitario internacional.

En respuesta, Irán lanzó misiles y drones que, aunque causaron bajas civiles, reflejan una represalia desproporcionadamente menor en escala y letalidad. Mientras Israel reportó 14 muertes, Irán informó más de 400 civiles fallecidos. Sin embargo, los titulares globales siguen presentando a Israel como «agredido» y a Irán como «amenaza».

Raíces de una guerra prolongada: hegemonía, miedo y propaganda

La rivalidad entre Israel e Irán se ha cimentado en narrativas de amenaza existencial, pero solo uno de los actores ha intervenido de forma sistemática en terceros países, ha asesinado científicos y ha saboteado acuerdos multilaterales como el JCPOA. Israel ha justificado sus ataques bajo la premisa de evitar que Irán adquiera armas nucleares, obviando que mantiene su propio arsenal atómico fuera de cualquier supervisión internacional.

Estados Unidos e Israel: una alianza que promueve la impunidad

La narrativa de que Estados Unidos no participó en los ataques israelíes es insostenible. Washington fue notificado con antelación y emitió un vago discurso de «no participación directa», mientras Trump calificaba la ofensiva como «excelente». Esta doble moral es la que permite que Israel actúe como una potencia por encima de la ley, sabiendo que cuenta con respaldo diplomático, militar y mediático.

Petróleo, mercado y hambre: las víctimas invisibles del conflicto

El alza del 12% en los precios del petróleo tras la ofensiva israelí afecta desproporcionadamente a países del sur global, ya golpeados por la inflación. La amenaza al Estrecho de Ormuz como ruta vital de energía mundial es resultado directo de un conflicto innecesariamente escalado por Israel.

Gaza, por su parte, sufre una catástrofe humanitaria tras 20 meses de guerra, con 55,000 muertos y 1.9 millones de desplazados. La militarización de la ayuda humanitaria, con EE. UU. e Israel intentando reemplazar a la ONU en la distribución de alimentos, no es más que otra forma de controlar y castigar a una población exhausta.

Hipocresías internacionales: silencio ante la agresión, ruido ante la resistencia

La comunidad internacional reacciona con tibieza cuando Israel bombardea instalaciones civiles y ministerios, pero el rol de los Estados Unidos es aún más alarmante. Washington no solo fue notificado de antemano sobre la ofensiva, sino que la celebró públicamente y se negó a condenarla. Esta connivencia es una traición al derecho internacional y un acto de complicidad directa en una escalada que ha costado cientos de vidas civiles. El Consejo de Seguridad, secuestrado por el veto estadounidense, se limita a declaraciones vacías mientras se tolera el ataque a una planta nuclear en operación, algo que en cualquier otro contexto sería considerado terrorismo de Estado. Si Irán hubiese bombardeado Dimona, la respuesta habría sido fulminante, con amenazas militares inmediatas y una avalancha de sanciones. La hipocresía no es solo diplomática; es moral y estructural.

El doble estándar es evidente: Israel puede matar científicos y atacar infraestructura civil bajo la bandera de «prevención», mientras cualquier intento de disuasivo de Irán es etiquetado como «agresión terrorista».

El juego nuclear: disuasión o provocación planificada

La OIEA ha advertido que los ataques israelíes podrían acelerar el programa nuclear iraní, no detenerlo. Se está generando una situación paradójica: al atacar para prevenir un arma nuclear, Israel está motivando a Irán a obtenerla como única garantía de disuasión.

La posibilidad de que Irán se retire del Tratado de No Proliferación Nuclear sería un fracaso colectivo provocado por el militarismo israelí y la tolerancia de sus aliados.

¿Un mundo gobernado por la fuerza?

El conflicto Irán-Israel no es una simple disputa entre naciones, sino la prueba definitiva de cómo un Estado con respaldo internacional puede subvertir el derecho internacional con total impunidad. Israel ha cruzado líneas rojas que, de ser traspasadas por cualquier otro país, habrían provocado sanciones inmediatas y condenas unánimes. La pasividad ante esta agresión sienta un precedente peligrosísimo: que la fuerza sustituya a la diplomacia, que el castigo colectivo sea normalizado y que la destrucción preventiva sea legitimada. Si la comunidad internacional no actúa con firmeza para detener esta escalada, imponer un alto al fuego vinculante y establecer mecanismos independientes de supervisión nuclear, nos encaminamos hacia una guerra regional de consecuencias globales, un colapso del orden multilateral y una era donde la barbarie reemplazará al derecho.