La magia de Studio Ghibli, que ha maravillado al mundo con películas como El viaje de Chihiro y Mi vecino Totoro; ahora ha sido replicada por la inteligencia artificial.
OpenAI desató una tormenta digital tras lanzar, el 25 de marzo, una actualización de su generador de imágenes, capaz de imitar con sorprendente fidelidad el icónico estilo del estudio japonés.
Lo que comenzó como un experimento lúdico rápidamente se convirtió en una avalancha de imágenes generadas por IA con la estética Ghibli, inundando redes sociales con versiones caricaturescas de políticos, celebridades e incluso militares.
Sin embargo, la demanda fue tan abrumadora que ChatGPT colapsó, forzando a OpenAI a establecer límites en su uso gratuito. «Nuestras GPU se están derritiendo«; admitió Sam Altman, CEO de la empresa.
Más allá de la diversión, esta tendencia reavivó un viejo debate. Artistas y animadores criticaron la apropiación del estilo Ghibli, recordando las palabras del legendario Hayao Miyazaki en 2016; «Es un insulto a la vida misma«.
El estudio siempre ha defendido la creatividad humana y su oposición a la guerra, por lo que la indignación creció cuando la Defensa Israelí usó esta estética para promover su ejército.
El fenómeno también dejó una alarmante huella ambiental. Investigadores de EE.UU. calcularon que cada imagen generada consume hasta dos litros de agua, sumando más de 216 millones de litros en solo cinco días.
Un costo exorbitante para una moda efímera que, más allá de las pantallas; nos invita a reflexionar sobre el impacto de la IA en la creatividad y el planeta.