El Diario Nica

Rosquillas Somoteñas parte de la Gastronomía Nicaragüense

Somoto, Nicaragua En el norte de Nicaragua, entre paisajes montañosos y un aire de tradición, se encuentra Somoto, cuna de uno de los bocados más emblemáticos del país: las rosquillas somoteñas. Este delicioso manjar, hecho a base de maíz, cuajada y manteca, ha trascendido generaciones y se ha convertido en un símbolo de identidad y orgullo para los nicaragüenses.

La elaboración de las rosquillas en Somoto es una herencia familiar que se mantiene viva en cada hogar y panadería artesanal. La receta ha pasado de generación en generación, conservando su esencia, aunque con algunas variaciones según cada productor. Lo que las distingue de otras rosquillas es su textura crujiente y el toque especial que le da la cuajada, un ingrediente típico de la región.

“La clave de una buena rosquilla está en la calidad del maíz y en la paciencia con la que se amasa y hornea”, comenta doña Rosa López, una somoteña que ha dedicado más de 30 años a este oficio. “Es un proceso que requiere amor y dedicación”

Rosquillas Somoteñas / WEB

Las rosquillas somoteñas no solo son consumidas en Nicaragua, sino que han llegado a mercados internacionales, especialmente en países con una gran comunidad nicaragüense como Estados Unidos y Costa Rica. En las carreteras del norte del país es común encontrar pequeños negocios y vendedores ambulantes ofreciendo bolsas de rosquillas, convirtiéndose en una parada obligatoria para los viajeros.

El auge de este producto ha impulsado la economía local, generando empleo en talleres artesanales y promoviendo el turismo gastronómico en Somoto, donde los visitantes pueden conocer de primera mano el proceso de producción y degustar rosquillas recién horneadas.

Las rosquillas somoteñas no son solo un alimento, sino un símbolo de la cultura nicaragüense. Son parte de celebraciones, reuniones familiares y un recuerdo que muchos llevan consigo cuando están lejos del país.

En un mundo donde la comida rápida y los productos industrializados ganan terreno, las rosquillas somoteñas siguen siendo un ejemplo de cómo la tradición y el sabor auténtico pueden perdurar en el tiempo.

Con cada bocado, se saborea la historia de un pueblo que ha convertido el maíz en arte, manteniendo viva una tradición que, sin duda, seguirá deleitando paladares por muchas generaciones más.