Cuando los valores tradicionales marcan la agenda política global. Es una lucha por definir el futuro de la democracia occidental y orden mundial. La pregunta no es solo, si Trump “salvará” al mundo de una guerra, ¿sino qué tipo de mundo resultará de sus políticas conservadoras?
En un momento donde el mundo experimenta profundas transformaciones sociales, dos figuras prominentes en el escenario político internacional han adoptado posturas similares en defensa de lo que denominan «valores tradicionales». Por un lado, Vladimir Putin, ha consolidado en Rusia, un marco legal que refleja una visión conservadora de la sociedad, mientras que Donald Trump, en su campaña presidencial, articula propuestas que resuenan con esta misma orientación.
La Rusia de Putin, ha dado pasos decisivos en esta dirección. Recientemente, el Tribunal Supremo ruso declaró al movimiento LGBTI como una organización extremista, una medida que se suma a la legislación que prohíbe las «propaganda gay» y las cirugías de cambio de género. El líder ruso, justifica estas políticas como necesarias para «proteger a los niños» y preservar los «valores familiares tradicionales rusos».
En paralelo, Trump ha propuesto en su campaña medidas que reflejan preocupaciones similares. Ha prometido revocar políticas que, según él, promueven la «ideología de género» en las escuelas, y ha anunciado que buscará prohibir procedimientos de afirmación de género para menores en los 50 estados. Su retórica enfatiza el papel central de la familia tradicional en la sociedad estadounidense.
Sin embargo, a pesar de estas aparentes similitudes ideológicas, las relaciones entre ambos líderes han experimentado un notable enfriamiento. El Kremlin mantiene una postura distante, evidenciada en las declaraciones del secretario de prensa de la presidencia, Dmitri Peskov, sobre la ausencia de planes para felicitar al eventual ganador de las elecciones estadounidenses.
«No olvidemos que estamos hablando de un país hostil, que está directa e indirectamente involucrado en una guerra contra nuestro Estado. Esta es nuestra posición constante. Y es muy bien sabida en todo el mundo. Por eso decimos que estamos analizando todo cuidadosamente, observando todo y sacaremos conclusiones de palabras específicas y pasos específicos”
Este distanciamiento refleja una realidad más compleja que trasciende las afinidades ideológicas. Los intereses geopolíticos, especialmente en el contexto del conflicto en Ucrania, han creado nuevas dinámicas en las relaciones bilaterales. Trump, aunque crítico de la política exterior estadounidense actual, se encuentra en una posición delicada, balanceando su retórica de «America First» con las expectativas de sus aliados tradicionales.
En el ámbito doméstico, tanto en Rusia como en Estados Unidos, estas políticas conservadoras encuentran resonancia en sectores significativos de la población. Sin embargo, también generan resistencia y debate sobre los límites del poder estatal en la regulación de cuestiones sociales y personales.
La convergencia en temas sociales contrasta con la divergencia en asuntos geopolíticos, ilustrando cómo las afinidades ideológicas no necesariamente se traducen en alianzas políticas. Mientras Putin consolida su visión para Rusia, la sociedad estadounidense debate estos temas en el contexto de una campaña presidencial que podría redefinir el rumbo del país.
Este momento histórico plantea preguntas fundamentales sobre el futuro de las libertades individuales, el papel del Estado en la regulación de la vida social, y el balance entre valores tradicionales y derechos civiles en las democracias modernas. La evolución de estas tendencias conservadoras y sus implicaciones para las relaciones internacionales seguirá siendo un tema central en el debate político global.