Este año Bolivia se unió a la iniciativa.
El Banco Mundial de Semillas, ubicado en la isla de Spitsbergen, en el archipiélago noruego de Svalbard, recibió 30.000 nuevas muestras provenientes de 21 países.
La llamada ‘bóveda del fin del mundo’, administrada por la organización internacional Crop Trust, junto con el Centro Nórdico de Recursos Genéticos y el Gobierno de Noruega, fue inaugurada en el 2008 y tiene como fin conservar la biodiversidad agrícola del planeta. Está situada en el interior de una montaña para resistir catástrofes como una guerra nuclear o el calentamiento global.
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Con una extensión de más de mil metros cuadrados repartidos entre tres almacenes, es el depósito de semillas más grande del mundo. Fue inaugurado en 2008 para salvaguardar la biodiversidad de las especies de cultivos que sirven como alimento en caso de una catástrofe local o mundial.
También, se conoce popularmente como la «cámara del fin del mundo» (en inglés: Doomsday Vault), porque es capaz de resistir terremotos, el impacto de bombas y otros desastres. La cámara, está construida a prueba de erupciones volcánicas, terremotos de hasta 10 grados en la escala de Richter, la radiación solar, y, en caso de fallo eléctrico, el permafrost (capa de suelo permanentemente congelada) del exterior actuaría como refrigerante natural.
Los almacenes subterráneos, tienen una temperatura natural constante de entre -3 y -6 °C, pero cuentan con una refrigeración artificial hasta los -18 °C para asegurar la conservación de las semillas durante siglos. La ubicación a 130 metros sobre el nivel del mar garantiza que el suelo esté seco.
«El cambio climático y los conflictos amenazan las infraestructuras y repercuten en la seguridad alimentaria de más de 700 millones de personas en más de 75 países de todo el mundo», afirmó en un comunicado el director ejecutivo de Crop Trust, Stefan Schmitz.
La primera contribución del país andino a la bóveda fue realizada por la Universidad Mayor Real y Pontificia de San Francisco Xavier de Chuquisaca, con el respaldo de unas 125 familias campesinas locales. «Este depósito va más allá de la conservación de los cultivos, se trata de proteger nuestra cultura», declaró el coordinador de un proyecto de biodiversidad financiado por el Gobierno noruego.