Gran partido de España en Córdoba, que supera las ausencias y aplasta a Serbia con goles de Laporte, Morata y Baena.
En una Córdoba lluviosa, España salió a jugar al fútbol con el orgullo de campeón de Europa. Ni un martes, ni las numerosas ausencias, ni un rival poco glamuroso lograron desconectar a la selección. Laporte, Morata y Álex Baena sellaron un gran partido.
En los debates previos, entre las sobras de la conversación, se hablaba de Lamine Yamal, una pregunta y una respuesta de De la Fuente. Luego llegó el fútbol, y el barro dio paso a un estilo de juego que ha conquistado a la afición. Si faltan los maestros del regate, aparecen los del pase, con Zubimendi y Fabián como senadores de lujo. Murcia y Córdoba han visto a una selección que no se relaja, aunque el partido parezca un estorbo en medio de la Liga.
El encuentro se podía ver como un duelo de ausencias. En España, sólo falta que se lesione De la Fuente. En Serbia, tampoco está su estrella, Vlahovic, el delantero de la Juventus, que parece haber heredado algo del carácter de su seleccionador, Stojkovic, quien no es precisamente un tipo blando.

Laporte abrió la fiesta. Serbia sintió la fuerza del rival desde el primer golpe. Pedro Porro lanzó un centro preciso al segundo palo, donde Laporte cabeceó a la red. Aunque a De la Fuente se le rompió su primer esquema, no perdió el rumbo. Apostó por cuatro centrocampistas, dejando a Pedri en el banco y confiando en Merino y Baena tras su buen desempeño ante Dinamarca. La estrategia dio resultado.
Tras el gol, comenzó un recital en el que el triángulo Zubimendi-Merino-Fabián tomó el control de El Arcángel. Mientras tanto, Stojkovic, el talentoso exjugador de la Yugoslavia de los 90, observaba desde el banquillo serbio, sin quitarse la capucha ante lo que veía en el campo.
Exhibición de Zubimendi
Lo único que se le puede reprochar a España es no haber encontrado la red en las ocasiones de Morata, Merino, Oyarzabal o Zubimendi. El partido seguía abierto a un accidente o a una mejora del rival en cualquier momento.
Sin Rodrigo, el mejor «GPS» del mundo, podía aparecer el pánico. Sin embargo, ahí emergió Zubimendi, un maestro del orden y el toque. Si en la final de la Eurocopa reemplazó al mediocentro del City con autoridad, el partido en Córdoba fue una tarea sencilla. El balón salía de sus botas con precisión, llevando a España a las puertas del área serbia.»
La sentencia llegó cuando Córdoba ensayaba los olés. Morata perdonó primero al fallar un penalti que provocó un motín en Serbia, frustrada por verse anulada. El delantero lanzó demasiado alto. Sin embargo, Morata respondió con contundencia tras un pase de Fabián, mandando el balón lejos del alcance de Rajkovic, el ex portero del Mallorca, que evitó que Serbia saliera del campo en ambulancia. El gol fue muy celebrado; algunos tantos tienen un sabor especial.
El hambre de España no cedía, y Álex Baena anotó de tiro libre al estilo olímpico, otra faceta en la que la selección brilla. De la Fuente, encantado, apenas movió el banquillo. Pedri entró con la misma chispa de siempre. La fiesta se completaba, y España jugaba como los ángeles, apropiado para Córdoba.