El Día Internacional de las Mujeres Rurales, es una jornada que se celebra anualmente cada 15 de octubre desde 1997, establecido por la Asamblea General de las Naciones Unidas en el 2007.
Este Día Internacional se desarrolla bajo el lema «Mujeres rurales como sostenedoras de la naturaleza para nuestro futuro colectivo: construir resiliencia climática, conservar la biodiversidad y cuidar la tierra para lograr la igualdad de género y el empoderamiento de mujeres y niñas«.
Esta proclamación, tiene como objetivo reconocer la función y contribución decisivas de la mujer rural, incluidas las mujeres indígenas, en la promoción del desarrollo agrícola y rural, la mejora de la seguridad alimentaria y la erradicación de la pobreza rural. Además, busca sensibilizar sobre las desigualdades que enfrentan las mujeres rurales y promover medidas para mejorar su calidad de vida y empoderamiento socioeconómico y político.
Conseguir la igualdad de género y empoderar a las mujeres rurales, ya que una cuarta parte de la población mundial, no solo es lo correcto, sino que es un ingrediente fundamental en la lucha contra la pobreza extrema, el hambre y la acción climática. Son ellas las que aseguran la mitad del sustento alimenticio planetario y las que custodian el medio ambiente y la biodiversidad. Como agricultoras han aprendido a hacer frente al cambio climático y adaptarse a él, por ejemplo, practicando una agricultura sostenible, cambiando al uso de semillas resistentes a la sequía o liderando iniciativas de reforestación y recuperación.
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Muchas de ellas, a través de su conocimiento ancestral o capacidades como agricultoras, empresarias o activistas, lideran iniciativas de concienciación y desarrollan estrategias de resiliencia en sus comunidades. Su participación es crucial para identificar riesgos y proteger a sus familias y comunidades, convirtiéndolas en agentes de cambio frente al calentamiento global por el bien de esta generación y las futuras generaciones.
Las mujeres rurales, velan por la seguridad alimentaria de sus comunidades, aumentan la resiliencia climática y fortalecen las economías. Sin embargo, las desigualdades de género, como las leyes y normas sociales discriminatorias, sumadas a un panorama ambiental, tecnológico y económico en constante cambio, limitan todo su potencial, lo que las deja en una situación de mucha desventaja con respecto a los hombres y sus pares de zonas urbanas.