En un ataque aéreo llevado a cabo por las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI), un alto comandante de Hezbolá, identificado como Mohamed Niamah Nasser, fue asesinado en el sur del Líbano. Este ataque ha intensificado las tensiones en la región, provocando una serie de respuestas violentas por parte del grupo chií libanés.
El bombardeo israelí tuvo lugar en la ciudad de Majadel, en el sur del Líbano, donde Nasser fue alcanzado por un misil mientras se desplazaba en su vehículo. Según fuentes militares israelíes, Nasser era responsable de una sección de operaciones a lo largo de la frontera, donde Hezbolá ha estado intercambiando disparos con el ejército israelí desde octubre.
En respuesta al asesinato de Nasser, Hezbolá lanzó una serie de ataques contra instalaciones militares israelíes en el norte de Israel. El grupo afirmó haber bombardeado el cuartel general de la División Golani 210 y otras instalaciones con cohetes ‘Katyusha’ y proyectiles Falaq de fabricación iraní. Estos ataques han sido descritos como parte de un “proceso de respuesta” al asesinato de su comandante.
Este incidente se produce en medio de una escalada de hostilidades entre Israel y Hezbolá, así como en el contexto de la guerra en Gaza. Las fuerzas israelíes han llevado a cabo nuevos ataques en la ciudad sureña de Ráfah, resultando en la muerte de al menos 12 personas. Además, se ha informado de intentos de suicidio entre rehenes israelíes en Gaza, debido a la frustración por la falta de un acuerdo para su liberación.
El primer ministro libanés, Najib Mikati, condenó el ataque, calificándolo de “clara violación del derecho internacional” y pidió a la comunidad internacional que presione a Israel para que ponga fin a sus agresiones. Funcionarios de Irán y Siria también condenaron el ataque, describiéndolo como «pecaminoso y cobarde».
Este último episodio de violencia subraya la fragilidad de la paz en la región y la continua amenaza de escalada en el conflicto entre Israel y Hezbolá.