La franquicia verde suma su ansiado anillo número 18 y supera a Los Ángeles Lakers como el equipo más laureado en la historia de la liga.
Los Boston Celtics son campeones de la NBA. El equipo de una ciudad entregada, fiel a sus valores y creencias, y un histórico que llevaba desde 2008 sin probar las mieles de la gloria, volvió a ser. A ser los Celtics. Con un partido perfecto (106-88) derrotaron a los Dallas Mavericks de Luka Doncic (28 puntos y 12 rebotes) por 4-1 en la gran final y recuperaron el orgullo. El de ser campeón. El de ser único. Y el de adelantar a Los Ángeles Lakers en lo más alto de la historia. 18 banderas cuelgan de su techo.
Si algo define al proyecto campeón de los Celtics son sus estrellas y su juego coral como equipo. En el lado del liderazgo, Jayson Tatum (31 puntos, 11 asistencias y 9 rebotes) y Jaylen Brown (21 puntos y 8 rebotes) jugaron un partido increíble, marcando el tempo, el ritmo y los puntos. Holiday (15+11) también se unió, y sus otros pilares del equipo, Kristaps Porzingis, Al Horford (9+9) y Derrick White (14+8), cumplieron como a lo largo de toda la temporada. El anillo, ante unos Mavericks sin magia en el quinto partido, es merecido.
El plan perfecto de Boston
Boston salió en tromba desde el inicio. Aunque su primer momento interesante (9-2, 4′) fue contestado por unos Mavericks sin entonación pero con sentido defensivo, Dallas colapsó a partir de un triple de Dante Exum que los acercó (21-20, 10′). Boston respondió con Hauser desde fuera y penalizó la falta de cuidado con el balón. Tatum y Brown aceleraron para un gran momento de los Celtics (28-18, 12′). Como el resto de la temporada, supieron leer el momento y atacar con determinación.
La primera parte ya prometía con ese inicio de los Celtics, pero todo se elevó al máximo en un segundo cuarto espectacular. Abrieron la veda de los triples y Jayson Tatum empezó a atacar las defensas de Dallas como cuchillo en mantequilla. Sus bandejas y su agresividad fueron clave (46-31, 17′). Porque cuando Tatum está en su mejor nivel, Boston es otra cosa.
Y fue a más en el desenlace del cuarto. Mazzulla intentó jugar con small-ball y cinco pequeños, pero los Mavericks lo leyeron y, a través de Gafford y Jones Jr., redujeron la diferencia a menos de 10 puntos (48-39, 21′). Sin embargo, el ‘Orgullo Verde’ corrigió rápido, apretó atrás y todo viró. Holiday, Brown y White devolvieron el golpe y la locura llegó con el bocinazo del descanso. Primero, un triple de Tatum, y aunque Doncic se inventó un canastón como respuesta, Payton Pritchard hizo un milagro: corrió en la última posesión y sobre la bocina anotó un triple. Boom (67-46, 24′).
El camino al título
La diferencia era grande y Dallas, más por orgullo que por capacidad de cambiar las cosas, siguió luchando para que el marcador no fuese excesivamente abultado. Boston comenzó igual de fuerte tras el intermedio con grandes minutos de Derrick White y Al Horford. Aunque Doncic tuvo chispazos y el equipo mejoró su manejo del balón, solo pudieron mantenerse dentro del margen de los 20 puntos de diferencia.
Boston no atacó bien en el tercer cuarto, pero no perdió su impulso gracias al buen final de Jaylen Brown y Sam Hauser (86-67, 36′), quienes mostraron fuerza hacia el aro. Esto fue suficiente para mantener el orden y seguir decididos hacia el anillo de campeón. La victoria se consolidó con otro episodio estelar de Jayson Tatum. Enlazó varias jugadas tremendas en el último cuarto, casi todas con fuerza y habilidad para penetrar con ventaja. Y Dallas no pudo hacer más.
Ese cuarto final de Tatum sentenció la final definitivamente. Ni los destellos de grandeza de Doncic e Irving, asumiendo la mayoría de los tiros al final, pudieron cambiar el resultado. Tatum, contra la tabla, y una bandeja de Brown fueron el broche perfecto para el quinto partido (106-88).
El anillo 18. La explosión total. Al ritmo de ‘We Are the Champions’, la ciudad de Boston lo supo. Era campeona de la NBA tras muchos años en el desierto. El anillo de la grandeza, el que los convierte en la franquicia más laureada. El que aparta a Luka Doncic de su sueño.