Los culés recordaron lo que era dar un buen espectáculo y ya son segundos en La Liga.
Barcelona derrotó 0-3 de visita al Atlético de Madrid, confirmando una semana perfecta tras su boleto en cuartos de final de Champions League; esto tras goles de Robert Lewandowski y un Joao Felix que fue abucheado por los seguidores de su ex equipo.
Pero en el Metropolitano jugó, que por lo visto es lo que a él le importaba. Xavi prefirió que se quedara en el banquillo Lamine, así que el futbolista del Atlético cedido al Barcelona tuvo tiempo para hacer como en la primera vuelta el gol que abría el marcador. Con lo que seguramente no contaba, ni él ni nadie, era con la fiesta azulgrana posterior, organizada por Lewandowski. Que a esa asistencia al luso añadió una segunda y una diana. Goleada.
Gundogan se hizo un llavero con Llorente, el polaco devolvió al corazón del área la apertura de su compañero y Joao la puso suave dentro. La jugada venía perfilada desde la izquierda, por supuesto, donde Nahuel papaba moscas, y en realidad daba continuidad a una secuencia que, siempre por ese perfil, había dejado a Fermín mano a mano con Oblak primero, sacándola el esloveno, y había permitido otra acción del portugués dentro del área después, sacándola la zaga. Era la primera y última vez que el Barça se acercaba al área local hasta el entreacto. Más que suficiente. Porque hasta ahí llegó el Atlético.
Más allás de los escenarios de Raphinha, el partido se había jugado hasta entonces hacia el otro lado. Lo que, por otra parte, había exhibido las costuras ofensivas rojiblancas. Barrios no funcionaba en el eje, De Paul no heredaba esa plaza, los interiores no hacían daño… y Morata no dejaba de ser el Morata de las últimas semanas, perdido en peleas absurdas con la pelota, con el colegiado y con el mundo. La ocasión más clara, y con eso está todo dicho, vino de una mala salida de Ter Stegen: Barrios la echó fuera. A todo esto Xavi se ganó dos tarjetas en los minutos posteriores al gol de su equipo. Llueve sobre mojado más allá de que estas líneas se redacten sin haberse publicado el acta.
Para Simeone hay dos fijos… y con ninguno había contado de salida. Koke y Griezmann se quedaron en el banquillo por lo físico, el primero por los 120 minutos que desplegó ante el Inter, el segundo porque forzó precisamente para jugar ese partido. Sorprendió también la suplencia de Memphis después de las prestaciones exhibidas en Champions, pero el del traje negro envidó con un 5-4-1 en el que Riquelme partía desde la izquierda y en el que allá se las apañara Morata. Aquello fue un desastre. Pero lo fue sin los citados y lo fue con los citados.
Porque con desventaja mínima El Cholo envidó tras el refrigerio con el francés y el neerlandés, pero su gozo en un pozo porque no contaba con De Paul. En el primer minuto tiró un viaje que fue amarilla (quinta del ciclo) como pudo ser roja, en el segundo regaló a Raphinha la pelota que originó el segundo del Barça a mayor gloria de Lewandowski. Su disparo vino a ser antítesis absoluta de lo que se ofrecía en el otro área, que para eso el polaco es quien es. Aparecieron enseguida el capitán y Correa, pero aquello ya no daba para más en clave rojiblanca. De hecho una contra sirvió para que Lewi la pusiera y para que Fermín hiciera de Lewi entrando de cabeza y sin oposición.
Total, que sobró como mínimo media hora. Porque la impotencia del Atlético era tremenda y porque el Barcelona tampoco puso especial empeño por hurgar en la herida. Cuando lo hizo, completados los respectivos carruseles para que tuvieran minutos los que menos minutos tienen desde la perspectiva visitante y para que Joao hiciera por fin mutis por el foro, topó aún con una llegada de Vitor Roque que Nahuel paró ganándose la roja, otro argentino, mire usted, que se pierde el próximo partido… justo tras el parón. El Barça, en fin, se resiste a la dimisión. Con Joao y sin Xavi, el caso es que se resiste. Del Metropolitano no quedaron ni los restos.