La crisis social empeora al comienzo del mandato de Milei debido al rápido incremento de los precios, mientras que los ingresos aumentan a un ritmo mucho más lento.
La emergencia social en Argentina es grave: casi seis de cada diez argentinos son considerados pobres, lo que significa que no cuentan con ingresos suficientes para adquirir la canasta básica, que abarca alimentos, transporte, vestimenta y medicamentos. Este número se disparó al inicio del mandato de Javier Milei, pasando del 49,5% en diciembre al 57,4% en enero, lo que representa más de 3,5 millones de nuevos pobres, según datos publicados por la Universidad Católica Argentina (UCA) durante el fin de semana.
Estas cifras son las peores desde la crisis del corralito de 2002 y hacen que los últimos datos oficiales, correspondientes al primer semestre de 2023, queden obsoletos, cuando la tasa de pobreza era del 40,1%. En total, se estima que hay alrededor de 27 millones de personas en situación de pobreza en un país con 46 millones de habitantes.
La situación actual se explica fácilmente: los ingresos de los hogares están aumentando a un ritmo significativamente más lento que la inflación, lo que está ampliando la brecha entre ambos. En el año 2023, los precios aumentaron un 211,4%, mientras que los salarios solo crecieron un 152,7%. En enero, la inflación mensual alcanzó el 20,6%, y la tasa interanual se elevó hasta el 254,2%, la más alta a nivel mundial, superando a países como Venezuela y Líbano.
La situación se torna especialmente desafiante durante las compras. El costo de los alimentos ha aumentado un 300% en los últimos 12 meses, y algunos productos básicos de supermercado tienen un precio comparable al de España, como la leche (0,85 centavos de dólar) o el pan de molde (2,1 dólares), entre otros. En contraste, el salario mínimo es ocho veces menor: en Argentina es de 156.000 pesos (equivalente a unos 155 dólares), mientras que en España es de 1.134 euros.
La crisis alimentaria ha llevado a que escenas que antes eran esporádicas en Buenos Aires ahora sean habituales. Se pueden observar personas, incluso niños, buscando alimentos o materiales para vender dentro de los contenedores de basura. También ha aumentado el número de personas que recorren las casas pidiendo ayuda y que acuden a los comedores gratuitos porque no pueden costear la compra de alimentos.
Uno de estos comedores es el ubicado en la esquina de una plaza en Villa Ortúzar, un barrio de clase media en Buenos Aires. La organización a cargo del comedor recibe 30 raciones del Gobierno local para distribuir entre personas sin hogar, pero gracias a donaciones suelen contar con hasta 70 platos de comida caliente. Sin embargo, incluso con esta cantidad, a menudo no es suficiente. «Damos de comer a todos los que llegan hasta que se agota», explica una de las coordinadoras del lugar. «Inicialmente, nuestra misión era brindar apoyo a las personas sin hogar, pero ahora también atendemos a trabajadores que no pueden cubrir sus necesidades con sus salarios», añade.
En la acera opuesta, un hombre joven que empuja un cochecito de bebé se detiene frente a una mesa alargada en la calle, donde los comensales se apretujan en los bancos. Este hombre se llama Jesús Díaz, tiene 27 años y reside en La Carbonilla, una villa a un par de kilómetros de distancia. Díaz recorre diariamente los barrios cercanos a su hogar, tocando a todas las puertas y preguntando a los vecinos «si tienen algo para dar».
Jesús Díaz, un argentino padre de dos hijos, se encuentra en una situación precaria. Después de ser despedido de su trabajo como albañil en noviembre, ha luchado por encontrar empleo. Ahora, su familia depende completamente de las ayudas estatales, que apenas alcanzan para cubrir los gastos en comida. Con el aumento de los precios y la incertidumbre sobre su vivienda debido al retraso en el pago del alquiler, Díaz se enfrenta a un futuro incierto. La bolsa colgada del cochecito que empuja contiene alimentos básicos, prendas de vestir y un peluche, elementos obtenidos gracias a la búsqueda constante de recursos. Esta realidad es cada vez más común en Argentina, donde el 15% de la población se encuentra en situación de indigencia, según la UCA.
Milei rechaza cualquier implicación en el reciente aumento de la pobreza, atribuyéndolo a la «herencia del modelo de la casta». Tras la divulgación de datos no oficiales sobre la pobreza, el presidente argentino reafirmó su compromiso con el rumbo establecido desde su asunción el pasado 10 de diciembre: «La destrucción de los últimos 100 años es sin precedentes en la historia de Occidente. Los políticos deben comprender que la gente votó por un cambio y nosotros estamos dispuestos a darlo todo para llevarlo a cabo; no hemos venido a jugar el mediocre juego de la política, sino a transformar el país».