Una imponente estructura de cristal con siete niveles y contornos sinuosos, iluminada constantemente.
Debido a su diseño, la Biblioteca Nacional de El Salvador podría ubicarse fácilmente en Silicon Valley o en la City de Londres.
Sin embargo, se encuentra en el centro de la capital salvadoreña, en contraste con el Palacio Nacional de estilo neoclásico y la catedral.
Podría considerarse el símbolo más tangible del país transformado que ostenta después de cinco años en la presidencia Nayib Bukele, cuya política central es la pacificación de lo que solía ser la nación más violenta de América Latina, a través de su exitosa y controvertida lucha contra las pandillas.
Nuevamente postulado para liderar el Ejecutivo, Bukele, un hábil expublicista que comprende la fuerza de una imagen impactante, la presentó el 14 de noviembre en plena campaña para las elecciones generales del 4 de febrero. Se pronostica su victoria con porcentajes que superan el 90%, consolidándolo como el presidente más aclamado de América Latina.
Habiendo alcanzado la pacificación, su segundo mandato podría enfocarse en la modernidad, evidenciada en la Biblioteca y respaldada años atrás cuando fungía como alcalde de la capital.
Y para lograrlo, cuenta con un socio estratégico: China. Es el gobierno chino el que respaldó financieramente la biblioteca y el que financiará parte de los proyectos de construcción que prometen destacar en el próximo quinquenio.
En diciembre de 2019, durante su mandato como presidente, Bukele viajó a China y ratificó la decisión de su predecesor, Salvador Sánchez Cerén, quien un año antes había cortado relaciones diplomáticas con Taiwán para estrechar lazos con el gran gigante asiático.
A pesar de que Taiwán se separó de China en medio de la guerra civil en 1949, China la considera una provincia rebelde y sigue reclamándola como parte de su territorio.
Como candidato y durante un viaje posterior como presidente a Estados Unidos, Bukele había expresado críticas hacia China. Sin embargo, en un giro que muchos destacan como característico de su perfil político sin una ideología clara y adaptable a las circunstancias, durante una visita de Estado de seis días, Bukele fue nombrado doctor honoris causa por la Universidad de Pekín y posó para una fotografía junto a su homólogo, Xi Jinping.
Después de la ceremonia, reveló que China había aprobado proporcionar «una significativa cooperación no reembolsable» a El Salvador, que posteriormente se cuantificaría en US$500 millones. En ese momento, afirmó que la asistencia se destinaría a varios proyectos de infraestructura y otras obras.
«China y El Salvador son nuevos amigos y aliados», recitó Ou Jianghong, en ese momento embajadora de la República Popular China en El Salvador, durante la ceremonia de colocación de la primera piedra de la Biblioteca Nacional el 5 de febrero de 2022.
Bukele ha capitalizado el acuerdo firmado por su predecesor con China, quien perdió las elecciones de febrero de 2019. Los resultados comenzaron a manifestarse en los primeros meses de la nueva presidencia.
«Desde entonces, la actividad ha sido menor de lo que muchos anticipaban, ya que se mencionaron posibles proyectos portuarios y una zona económica especial que abarcaría una gran parte del país, planes con implicaciones realmente significativas para la nación», comenta Margaret Myers, directora del Programa de Asia y América Latina de Inter-American Dialogue, un centro de análisis con sede en Washington especializado en las relaciones internacionales del hemisferio occidental.
«Hasta el momento, lo que se ha concretado son proyectos más modestos, representativos de la ‘diplomacia de la chequera’ que asociamos con China hace una década, pero que sin duda forman parte integral de la agenda de Bukele».
La primera estructura en ser inaugurada fue la biblioteca mencionada anteriormente, el pasado 14 de noviembre. Con el sol ya oculto, la iluminación artificial resaltaba la imponencia del edificio.
Descendiendo de una camioneta negra, el presidente iba acompañado de su hermano Karim Bukele, quien fungió como su jefe de campaña en las elecciones de 2019 y ocupó el mismo rol para Nuevas Ideas en las elecciones de 2021. Aunque no ostenta ningún cargo público, ha desempeñado un papel activo en las relaciones entre el Gobierno salvadoreño y el chino.
Así lo admitió la exrepresentante del gigante asiático en el país centroamericano después de la visita oficial de Bukele a China. Aprovechando la ocasión, subrayó el éxito de la principal política de su gobierno: la seguridad.
A través de esta iniciativa, ha asestado un golpe sin precedentes a las pandillas que aterrorizaron al país durante décadas, logrando reducir la tasa de homicidios a mínimos históricos al tiempo que incrementó notablemente el número de encarcelamientos. Aunque ha generado denuncias por violaciones a los derechos humanos, también le ha valido un elevado índice de aprobación.
Con el edificio ya accesible al público, se encuentran en desarrollo otros tres proyectos respaldados por China.
Las obras avanzan en el muelle turístico en La Libertad, ubicado a 30 kilómetros al sur de San Salvador, con una inversión de US$24 millones, según informó el ministro de Obras Públicas, Romeo Rodríguez.
También está en progreso la construcción de una planta potabilizadora de agua en el lago Ilopango, que, según el gobierno, beneficiará a más de 250.000 habitantes en las afueras de la capital salvadoreña.
Además, se ha dado inicio a la construcción de un nuevo Estadio Nacional. Según el gobierno, este estadio tendrá capacidad para 52.000 espectadores y contará con una cancha de fútbol profesional, dos de baloncesto, una estándar y estacionamiento para 1.400 vehículos.
Con un presupuesto de US$100 millones y su apertura programada para 2027, se proyecta que este sea el estadio deportivo más grande de Centroamérica y el más moderno de América Latina, según indicó Bukele el pasado 30 de noviembre.
Se trata de una obra emblemática destinada a representar el desarrollo y el futuro de El Salvador como nación. El método de financiamiento para estas labores es una «cooperación no reembolsable y sin condiciones», según afirmó Bukele en 2019 después de su visita a Pekín.
La Embajada de China también compartió un comunicado en Twitter, destacando que «China ha proporcionado proyectos similares a otros países en desarrollo y nunca los ha utilizado para buscar supuestos intereses geopolíticos».
En ese contexto, la subsecretaria interina para Asuntos del hemisferio occidental del Departamento de Estado de EE.UU., Julie Chung, respondió a Bukele afirmando: «Señor presidente, nada de China viene sin condiciones». Este ha sido un punto de controversia, ya que muchos cuestionan si los fondos son verdaderamente sin contrapartidas y si podrían haberse destinado a otras finalidades.
Inicialmente, algunos analistas sugirieron que Bukele veía a China como una especie de «tarjeta de crédito» que le permitiría saldar la deuda pública del país.
La necesidad de desembolsar US$800 millones para la amortización de una deuda soberana el 23 de enero del año pasado, combinada con la negativa del Fondo Monetario Internacional a otorgarle un préstamo en ese momento, intensificó esta percepción. Además, las declaraciones del vicepresidente Félix Ulloa en noviembre de 2022, durante el evento Fórum Europa en Madrid, afirmando que China se había ofrecido a comprar «toda la deuda», fortalecieron esa hipótesis.
Sin embargo, Ulloa pronto se distanció de sus propias afirmaciones, argumentando que fueron sacadas de contexto por los medios, después de que tanto el Ministerio de Hacienda salvadoreño como la Cancillería china negaran tener conocimiento de tal oferta.
Luego de realizar operaciones de recompra de deuda y llevar a cabo una reforma en el sistema de pensiones, en enero, Bukele anunció con triunfalismo que la deuda estaba saldada. Sin embargo, no logró disipar las dudas de los expertos acerca de la salud financiera del país, especialmente considerando que en 2027 deberá afrontar otro vencimiento de la deuda total, esta vez por aproximadamente US$2.700 millones.
«La situación es muy crítica, hasta el punto de que el gobierno salvadoreño parece estar dispuesto a firmar un acuerdo con el FMI que podría ayudar a resolver el problema fiscal, más que con el gobierno de China», comenta Lourdes Molina, coordinadora para El Salvador del Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales.
En octubre, Bukele confirmó que las conversaciones con el FMI «siguen», mientras que Rodrigo Valdés, responsable del Departamento del Hemisferio Occidental del organismo, aseguró que están «trabajando muy bien» con las autoridades de El Salvador.
La académica del Inter-American Dialogue, Myers, también duda de que los fondos «no reembolsables» de Pekín puedan ser utilizados para ese fin. Aunque reconoce la falta de transparencia y rendición de cuentas al respecto, sugiere que son subvenciones más que préstamos, ligadas a proyectos de desarrollo específicos ya mencionados. Además, no cree que sea una situación de «quid pro quo», donde China esperaría algo más que el fortalecimiento de los lazos con El Salvador.
En esta misma línea, ambos países han expresado públicamente su interés en iniciar negociaciones para un Tratado de Libre Comercio (TLC). Si se materializa, se sumaría al compromiso ya anunciado por Bukele durante su visita a China en 2019, cuando afirmó que participaría en «La franja y la ruta» (BRI, por sus siglas en inglés).
Conocido como «la nueva ruta de la seda», este proyecto es la iniciativa mediante la cual Pekín busca expandir sus lazos comerciales en todo el mundo. Actualmente, 21 países latinoamericanos se han unido a la iniciativa, y en la región, China ya ha establecido acuerdos de libre comercio con Chile, Costa Rica, Ecuador y Perú.
De esta manera, China no solo ha representado una fuente significativa de inversión extranjera directa en América Latina desde mediados de la década de 2010, sino que también ha buscado consolidar lazos comerciales a través de acuerdos como parte de «La franja y la ruta».
China es el principal socio comercial de América del Sur y el segundo de América Latina en su conjunto, después de Estados Unidos, según los datos analizados por la edición de 2023 del “Boletín Económico de China-América Latina y el Caribe”, publicado por el Centro de Políticas Globales de la Universidad de Boston.
Aunque el intercambio comercial es abrumadoramente favorable al gigante asiático, Bukele aseguró que un TLC con China abriría «todo un abanico de posibilidades» para El Salvador.
Sin embargo, el analista Evan Ellis, investigador de Estudios Latinoamericanos en el Instituto de Estudios Estratégicos del Colegio de Guerra del Ejército de EE.UU., está convencido de que el futuro de esa relación económica también es «claramente unilateral». «Tendrá que ver con la penetración del mercado salvadoreño con productos chinos, con la participación china en la construcción, en infraestructura eléctrica, de telecomunicaciones», explica.
Los expertos consultados por BBC Mundo concuerdan en que el principal interés de China al establecer lazos con El Salvador es aislar aún más a Taiwán en el tablero internacional.
Desde que Costa Rica rompiera lazos con Taipei en 2007, Pekín ha avanzado en Centroamérica, estableciendo relaciones diplomáticas con Panamá (2017), El Salvador (2018), Nicaragua (2021) y, más recientemente, Honduras (2023).
«Estar cerca de Estados Unidos, tener una historia compartida con ese país y estar integrados en estructuras comunes le da al objetivo otra dimensión estratégica», señala Ellis, una perspectiva subrayada también por Myers.
El acercamiento de China se produce en un momento tenso para la relación entre El Salvador y Estados Unidos. A punto de finalizar el quinquenio, poco queda del idilio de Bukele con Washington, al que llamó su «aliado más importante» después de asumir el poder en 2019, y de la buena relación que mantenía con el gobierno de Donald Trump.
Aunque Estados Unidos sigue siendo su principal socio comercial y alberga a dos millones y medio de salvadoreños, que contribuyen en gran medida con las remesas (ingresos que representan más del 20% del Producto Interno Bruto de El Salvador), las tensiones con Washington se hicieron evidentes antes de las elecciones legislativas de 2021.
Bukele, buscando una reunión con representantes del nuevo gobierno de Joe Biden, fue ignorado en Washington. La inclusión de funcionarios de su gobierno en la «lista Engel», que enumera a «actores que socavan la democracia» elaborada por el Departamento de Estado, también contribuyó a tensar las relaciones.
En este contexto, según Ellis, Bukele se está acercando a China a regañadientes, consciente de que no obtendrá el nivel de aceptación que desearía por parte del gobierno de Biden.
A pesar de estas tensiones, Bukele saca provecho de su acercamiento a China de cara a la reelección el 4 de febrero. La Biblioteca y las imágenes generadas por computadora del futuro Estadio Nacional, entre otros proyectos, le sirven para promover su agenda política y proyectar una visión de modernización para el país, destacando la importancia del respaldo financiero de China.