El Diario Nica

Narcos toman el poder: cómo Ecuador se convirtió en un Estado fallido

En apenas 5 años, Ecuador pasó de ser uno de los países más seguros de América Latina a un Estado fallido controlado por el crimen organizado, donde reina la anarquía, la corrupción y la ley del más fuerte. ¿Cómo fue posible este dramático colapso institucional que permitió a las mafias hacerse con el control del país?

Ecuador pasó en tiempo récord de ser uno de los países más seguros de América Latina a convertirse en un narco-estado devastado donde el crimen organizado campa a sus anchas, corrompe a placer y asesina impunemente ante la mirada impotente de unos ciudadanos rehenes del caos.

La debacle comenzó en 2017, cuando el neoliberal Lenin Moreno llegó al gobierno dispuesto a achicar el estado. Lo logró: recortó drásticamente el presupuesto de Seguridad, desmanteló la lucha antidrogas, entregó las cárceles al dominio de los propios reclusos y eliminó los programas de prevención en zonas pobres. El coctel perfecto para que los narcos pusieran un pie dentro de las instituciones y nunca más se fueran.

Primero, los carteles mexicanos y colombianos convirtieron al país en su autopista privada para exportar cocaína a EEUU y Europa. Luego, reclutaron a sangre y fuego a pandillas locales como Los Choneros, Los Lobos o Los Tiguerones, a quienes armaron y utilizaron para controlar barrios enteros a punta de extorsión y balas.

La Policía y los jueces, cooptados o atemorizados, son incapaces de detenerlos. Desde la cárcel, los narcos ordenan homicidios y operan con total libertad e impunidad. Solo entre agosto 2022 y 2023 fueron asesinados 8 políticos, incluyendo candidatos a la presidencia.

 «Tenemos infiltrados narco-generales en la propia cúpula policial y militar», admitió en 2021 el embajador de EEUU. No era la primera vez: otro político local ya había sido acribillado en 2018 tras denunciar esos vínculos mafiosos.

Y cuando hasta los propios gobernantes se corrompen, el colapso es total. El expresidente Lasso debió disolver de urgencia el Parlamento para evitar un juicio político por los turbios negocios de su familia con la temida mafia albanesa.

Ecuador se convirtió así en un narco-estado fallido, sin ley, sin orden y sin esperanzas. Donde ayer imperaba la seguridad hoy gobierna el Lead State, un estado de plomo donde la vida se cotiza barato. Solo en 2023 hubo casi 8.000 muertes violentas, 25 por cada 100.000 habitantes, la tasa más alta de Latinoamérica.

Ante este desmadre, el actual gobierno decretó la guerra a los narcos, con soldados y tanques en las calles tratando de imponer un orden ya perdido. Pero la partida está lejos de ganarla, desarticular el crimen organizado de unas instituciones tan podridas por dentro requerirá años de intervención quirúrgica.

Y mientras los políticos buscan culpables y los militares apuntan sus fusiles, el gran perdedor sigue siendo el pueblo ecuatoriano. Un rehén masivo del caos, abandonado a su suerte en esta narco-pesadilla sin fin ni salida.

Tras años de políticas fallidas y complacencia oficial con el crimen organizado, Ecuador luce hoy como un Estado fallido.

Frente a este desastre, el nuevo presidente Daniel Noboa decretó hace pocos días el estado de excepción y una suerte de «guerra civil» contra las mafias. Pero no será fácil: enfrentar al crimen enquistado en las propias instituciones requerirá años de depuración y reconstrucción de un Estado devastado por dentro. Mucho nos tememos que la pesadilla del narco en Ecuador no ha hecho más que empezar.