Willy Wonka es uno de esos personajes de la literatura infantil que se niega a morir.
Creado por el autor británico Roald Dahl (el mismo de Matilda, Jim y el durazno gigante y El fantástico Sr. Zorro), Wonka es el excéntrico dueño de la fábrica de chocolate más famosa del mundo en la novela Charlie y la fábrica de chocolate, publicada por primera vez en 1964.
En la historia original, llevada al cine dos veces, Willy Wonka organiza un concurso especial en el que cinco afortunados niños ganadores, seleccionados mediante la compra de sus chocolatinas, tienen la oportunidad de visitar su misteriosa fábrica. Wonka, con su sombrero de copa de color morado, su chaqueta de terciopelo y su bastón, es un personaje tan enigmático como creativo, conocido por sus innovaciones y extravagancias relacionadas con la producción de dulces increíbles, como los Everlasting Gobstoppers, que nunca se agotan, o los Fizzy Lifting Drinks, que permiten a quienes los consumen flotar en el aire.
En 1971, Mel Stuart confeccionó un delicioso musical protagonizado por el gran Gene Wilder y en el 2005 Tim Burton resucitó el relato con una encantadora cinta protagonizada por un Johnny Depp más cercano a Michael Jackson y a su Neverland, que al personaje de Dahl. Todo apuntaba a que la idea de realizar una precuela ajena a la pluma del autor parecía condenada al desastre inminente.
Pero cuando los autores son personas inteligentes, sensibles y de gran corazón, como lo son el escritor Simon Farnaby y el guionista y director Paul King, las personas detrás de esas encantadoras y dulces adaptaciones de Paddington, las cosas pueden tomar un camino muy diferente. Efectivamente, este es el caso de Wonka.
La cinta es otra prueba más del inmenso talento y carisma que despliega Timothée Chalamet, el actor de las obras maestras Call Me By Your Name (2016), Lady Bird (2017), Beautiful Boy (2018), Little Women (2019), The French Dispatch (2019), Dune (2021), Don’t Look Up (2021) y Bones And All (2022). En este musical, afortunadamente más cercano a la película de Stuart que a la de Burton, Chalamet interpreta a un joven Wonka (más Wilder que Depp), que llega como un americano en París, decidido a hacer fortuna con las recetas de chocolate inventadas por su madre (Sally Hawkins en un papel breve, pero indeleble). Wonka es un verdadero artista del chocolate, que con sus nuevas ideas va a enfrentarse a unos crueles estafadores que parecen extraídos de una novela de Dickens (o de Sweeney Todd) y a unos industriales del chocolate, que parecen extraídos del mundo real.
Chalamet encarna al joven Wonka con la inocencia y el encanto de Paddington, y su voz va a encantar inclusive a quienes encuentran insoportables los musicales. Y como Wonka necesita de los Oompa Loompas, aquí conoceremos a Lofty, el primero de esos seres de pelo verde, piel naranja y canción pegajosa con quien el maestro chocolatero estableció una relación. Hugh Grant, digitalmente reducido a 30 centímetros de altura, es fantástico como Lofty y al diablo con quienes dicen que es toda una ofensa a las personas de talla pequeña. No lo es.
Olivia Colman y Tom Davis interpretan a Mrs.Scrubit y Bleacher, la malvada pareja que dirige un hostal que termina esclavizando a sus huéspedes, entre ellos al contador Abacus Crunch (Jim Carter de Downton Abbey, como siempre cautivador), la tímida Lottie Bell (Rakhee Thakrar), el comediante frustrado Larry Chucklesworth (Rich Fulcher), la alegre Piper Benz (Natasha Rothwell), una huerfanita conocida como Noodle (una estupenda Calah Lane) y, por supuesto, al pobre Wonka.
Abacus advierte a Wonka de la existencia de un cartel del chocolate conformado por Arthur Slugworth (Paterson Joseph), Prodnose (Matt Lucas) y Fickelgruber (Mathew Baynton), un trío de siniestros socios capitalistas decididos a acabar de una vez por todas con la competencia que representan las maravillosas nuevas creaciones chocolateras del joven. Y como si faltaran villanos, Rowan Atkinson (Mr. Bean) encarna a un sacerdote corrupto y Keegan-Michael Key es hilarante como el jefe de policía al que sobornan con chocolates.
Hay que recordar que el Willy Wonka de Dahl y de la cinta de Stuart es un personaje algo siniestro y cruel, que castiga a los niños codiciosos, egoístas y envidiosos con un destino fatal, como si se tratara del Krampus o del atrapa-niños que usaba dulces en la adaptación cinematográfica de Chitty Chitty Bang Bang, el cuento infantil escrito por Ian Fleming (el mismo autor de James Bond), y para la cual Dahl trabajó como guionista. Aquí, como si se tratara de la reciente precuela de Los juegos del hambre o los terribles episodios 1 al 3 de La guerra de las galaxias, tendremos indicios de la transformación de Willy de joven agradable e inocente a alguien afectado por la maldad de quienes intentaron aprovecharse de él y de sus amigos.
King y Farnaby logran un verdadero milagro, convertir a la precuela de Charlie y la fábrica de chocolates en una cinta con una dosis exacta de dulce y con toda la magia que la convierte en una deliciosa y exquisita golosina cinematográfica.