Los diplomáticos israelíes, llámense plagas o camellos o simplemente Rottweilers–han ganado notoriedad con el tiempo como una raza única en el circuito internacional que no tiene tiempo ni paciencia para las sutilezas o el decoro cuando Tel Aviv les ordena ir a por las venas yugulares del país anfitrión al que están asignados.
El umbral lo fijó nada menos que el primer ministro Benjamín Netanyahu cuando, en 2015, consiguió que los legisladores del Congreso de Washington le invitaran a visitar Estados Unidos, sin pasar por el canal adecuado del presidente Barack Obama, y a dirigirse a una sesión conjunta del Congreso, lo que hizo con el fin de socavar las negociaciones de Obama con Teherán sobre el acuerdo nuclear.
Fue una flagrante injerencia en el sistema político estadounidense. Netanyahu no sólo menospreció a Obama y demostró que su influencia con los agentes del poder en Washington era mayor que la del presidente, sino que también dictó a la Casa Blanca la política de Estados Unidos hacia Irán. Se salió con la suya porque estimó, con razón, que las élites políticas estadounidenses estaban en nómina del Lobby israelí.
Tiempos desesperados para Israel
El episodio anterior me viene a la mente al ver los informes de los medios de comunicación sobre las declaraciones del embajador israelí en Nueva Delhi, Naor Gilon, quien exigió públicamente un cambio en la política india hacia Palestina mediante la prohibición de Hamas como organización “terrorista”.
Gilon es un diplomático de carrera con una trayectoria de casi 35 años y es poco probable que ignorara el decoro. Es concebible que Delhi pusiera trabas a la gestión de Gilon sobre Hamas y que éste decidiera llevar su batalla al atrincherado lobby israelí en los medios de comunicación indios.
Estos son tiempos en los que la diplomacia israelí necesita desesperadamente una historia de éxito, ya que la reputación del país está por los suelos tras su bárbara crueldad en Gaza. La percepción de que Israel está cometiendo un genocidio y perpetrando una limpieza étnica está ganando terreno. Según todos los indicios, Israel está a punto de lanzar la siguiente fase de su operación militar una vez que se agote la “pausa humanitaria”.
A menos que Israel cambie de rumbo debido a la presión estadounidense, lo que parece poco probable, se avecina un enfrentamiento prolongado con Hamas. Pero falta la presión occidental. En su declaración conjunta del martes, los ministros de Asuntos Exteriores del G-7 se limitaron a apoyar “una nueva prórroga de esta pausa y las pausas futuras que sean necesarias para permitir el aumento de la ayuda y facilitar la liberación de todos los rehenes”.
Sin embargo, la declaración no pedía un alto el fuego permanente y, por otro lado, volvía a insistir en el compromiso del G-7 con “el derecho de Israel a defenderse y a defender a su pueblo, de acuerdo con el derecho internacional, mientras intenta evitar que se repitan los ataques del 7 de octubre”.
A pesar de todas las bravuconadas, el ejército israelí no ha dado buena cuenta de sí mismo hasta ahora y se está resintiendo de ello. Pero no es de extrañar, ya que Hamas goza de un apoyo masivo en Gaza. Por lo tanto, se avecina un periodo de extrema violencia. E Israel está reuniendo a naciones amigas para que den la cara en su próxima fase de guerra contra Hamas; India es una de ellas.
Hamas y Netanyahu
El Israel de Netanyahu tiene un pasado muy controvertido en relación con Hamas. Dos ex primeros ministros, Ehud Olmert y Ehud Barak, han concedido recientemente entrevistas a destacados medios de comunicación occidentales en las que afirman que Netanyahu es responsable del ascenso de Hamas, al haber financiado el movimiento con fondos qataríes. De hecho, un ex general israelí que estuvo a cargo de la ocupación de Gaza ha admitido haber desembolsado fondos para Hamas.
Estas sorprendentes revelaciones de personas responsables ponen de manifiesto que Netanyahu es un hombre de muchas partes. Cuando el embajador Gilon exige que Delhi declare a Hamas organización terrorista, todo depende de a qué facción de Hamas se refiera.
Curiosamente, el diario en hebreo publicado en Israel bajo la marca “Ma’ariv Hashavu’a” acaba de publicar un sensacional informe según el cual, entre 2011 y 2023, Netanyahu rechazó al menos seis planes presentados por la agencia de inteligencia israelí Shin Bet –durante los respectivos mandatos de Yoram Cohen, Nadav Argaman, y el actual jefe, Ronen Bar– para eliminar a Yahya al-Sinwar (quien aparentemente dirigió el asalto del 7 de octubre) el líder de los combatientes de Hamas en Gaza y otros miembros de alto rango del movimiento palestino.
El martes, el ex ministro de Defensa israelí Avigdor Liberman confirmó la veracidad de este informe. Según Liberman, Netanyahu fue quien concedió “inmunidad” a Sinwar y a otros dirigentes de Hamas, oponiéndose a cualquier intento de neutralizarlos. “Afirmo esto no como mera especulación, sino como alguien con conocimiento personal del asunto”, declaró.
De hecho, Netanyahu tiene un dudoso historial de reforzar sistemáticamente a Hamas para ahondar las divisiones entre las facciones palestinas con el fin de debilitar a la Autoridad Palestina y a su presidente Mahmud Abbas. Su objetivo ulterior ha sido paralizar todos y cada uno de los procesos de paz, ganando tiempo para que se complete el proyecto del Gran Israel.
Ben Caspit, destacado periodista israelí autor del reportaje de Ma’ariv de la semana pasada, estima que Netanyahu ve a Hamas como un “tesoro” que le ayudará a hundir la solución de los dos Estados. Caspit recordó que el primer favor que Netanyahu ofreció a Hamas fue el acuerdo de canje de prisioneros en 2011, que supuso la liberación del soldado israelí Gilad Shalit a cambio de mil 27 detenidos palestinos, incluido Sinwar.