Aunque Panamá proyecta una imagen de estabilidad política y prosperidad económica, tras el reflejo aparentemente inquebrantable del neoliberalismo se esconde una crisis estructural que ha dejado a importantes segmentos de su población al margen del crecimiento económico.
La narrativa de una nación próspera, con instituciones eficientes y estabilidad política, se sostiene en tres pilares económicos: actividades financieras, ingresos por el Canal transoceánico y explotación minera. Sin embargo, un análisis más detenido revela que este crecimiento económico ha excluido a amplias porciones de la población.
Recientemente, las manifestaciones contra la extensión de las operaciones mineras evidenciaron la brecha entre el modelo económico y las demandas ciudadanas. A pesar de la aparente estabilidad, las protestas, que culminaron con la declaración de inconstitucionalidad de la ley en cuestión, reflejan un malestar acumulado a lo largo de los últimos cinco años.
Con aproximadamente 4.4 millones de habitantes, Panamá ostenta un desarrollo humano muy alto y cifras económicas envidiables. Sin embargo, la riqueza generada no se distribuye equitativamente. Datos del Banco Interamericano de Desarrollo revelan que Panamá es uno de los países más desiguales de la región, con una disparidad que se intensifica geográficamente.
A pesar de un crecimiento económico del 6% y una inflación moderada del 1.5%, la pobreza afecta a uno de cada cuatro panameños, incluso antes de la pandemia. La desigualdad territorial, exacerbada por factores como la devolución del Canal en 1999 y su ampliación en 2016, la expansión del sector logístico y el auge de la construcción, contribuye a la concentración de la riqueza en las provincias de Panamá y Colón.
La Ciudad de Panamá se ha convertido en un centro de atracción para capitales internacionales, como evidencian los casos ‘Panama Papers’ y ‘Pandora Papers’, mientras que Colón, con su Zona de Libre Comercio y puerto internacional, busca diversificar su papel, ahora también como destino turístico.
En resumen, detrás del espejismo de estabilidad y prosperidad en Panamá, se revela una realidad de desigualdad estructural que plantea interrogantes sobre el modelo económico y sus efectos en la sociedad panameña.