La suerte del presidente de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Kevin McCarthy, no tardó mucho en quedar echada.
Sus compañeros votaron el martes destituirlo como tercera autoridad del país menos de 24 horas después de que su gran rival Matt Gaetz, miembro del ala radical y un tipo con apetito por los focos, anunciara su intención de presentar una moción de censura contra su líder en el Congreso.
La histórica decisión aboca a Estados Unidos a una parálisis legislativa sin precedentes y deja al Capitolio sumido en el caos.
Pasadas las 14.30 (hora local) del martes, el pleno votó para seguir adelante con la moción de censura, mientras los reporteros, apretados en la tribuna de prensa, pasaban lista a aliados y rivales de McCarthy, así como a las ausencias, la más sonora de todas, la de Nancy Pelosi.
Algo más de una hora de discursos cruzados después, se consumó el fulminante despido político (con un resultado de 216 parlamentarios a favor frente a 210 en contra) con una arcaica y lenta votación de viva voz. Ocho republicanos y todos los demócratas presentes (208) retiraron su confianza en McCarthy, que asistió desde la mitad del hemiciclo y con resignación a su humillación pública.
Al menos se llevó varias ovaciones cerradas de sus fieles. Hacía más de un siglo que el pleno no asistía a un proceso como este y era la primera vez en la historia que un speaker es destituido de tan deshonrosa manera.
El motivo del desalojo es el pacto in extremis de McCarthy del pasado sábado con los demócratas, a los que arrancó un voto para evitar el cierre administrativo en Washington, que se tradujo en una prórroga presupuestaria para mantener la financiación del Gobierno hasta el 17 de noviembre.
Fuera de ese compromiso quedó la ayuda a Ucrania, que divide al Partido Republicano. Gaetz, junto a otros congresistas díscolos que McCarthy tiene enfrente desde hace nueve meses, cuando le hicieron pasar por 15 votaciones antes de permitir que saliera elegido como speaker, consideraron ese compromiso como una traición imperdonable.
Gaetz, desterrado por los suyos, tomó la palabra desde un micrófono del lado demócrata antes de la votación definitiva. Habló con la vehemencia de quien lleva tiempo esperando su momento.
“Mis colegas y yo no podemos apoyar a nuestro partido en la tarea de llevar al país al caos”, dijo para justificar su iniciativa. “El caos es el presidente McCarthy. El caos es alguien en cuya palabra no podemos confiar. Caos es acumular 33 billones de dólares de deuda, y un déficit anual de 2,2 billones de dólares”.
Fue un día intenso para él y otra convulsa jornada en el Capitolio, un espectáculo de circo político de tres pistas retransmitido en directo a una opinión pública desconfiada de sus instituciones y acostumbrada a las disfunciones de Washington. Pronto se supo que la Cámara no pensaba agotar el plazo máximo de dos días para celebrar la votación de confianza de McCarthy.
Este, representante por California, intentó sin éxito parar el golpe y ahorrarse el trago, y compareció ante la prensa con la media sonrisa que lleva congelada varios días en su rostro. Al principio de la jornada, también trató de transmitir confianza en sí mismo y anunció que si obtenía el apoyo de los demócratas no sería a cambio de ningún compromiso.