Hace tiempo en un pueblo de Nicaragua conocido como «El Viejo» vivió una mujer de nombre Teodora Valdivieso.
se trataba de una dama muy hermosa y trabajadora que por sus características no tardó en tener pretendientes que la querían llevar al altar, pero ella decidió unir su vida a un hombre que tenía mucho poder económico y social, así, ella tendría una vida tranquila y cómoda.
Era una dama muy hermosa y trabajadora, que por sus características no tardó en tener pretendientes que la querían llevar al altar. Pero ella decidió unir su vida a un hombre que tenía mucho poder económico y social, así, ella tendría una vida tranquila y cómoda.
Los años pasaron y el matrimonio se fue a vivir al rancho del hombre, ella se dedicó al hogar y a su papel de la «señora de la casa.
Lo que doña Teodora ocultaba era su verdadero origen, ella provenía de una línea de brujos coyote, que podían abandonar sus cuerpos temporalmente y luego volver. Pese a su matrimonio, doña Teodora no abandonó a su manada.
En las noches, cuando su marido dormía profundamente, ella se paraba de la cama y salía al patio. Declaraba un hechizo “abajo carne, abajo carne” y su piel caía como una prenda de ropa, resurgiendo el coyote que tenía dentro, antes de la salida del sol, volvía a la cama, para no levantar sospechas.
Una noche, ella salió como de costumbre, pero su marido se levantó detrás de ella y vió el momento en el que Teodora abandonó su piel humana y corrió como un coyote, eso llenó de miedo y enojo a su esposo, quien corrió dentro de la casa para buscar sal y regarla en la piel de doña Teodora, fueron kilos y kilos de sal.
Cuando Teodora volvió, por más que intentó volver a su forma humana no pudo, su piel ya no respondía a los encantamientos y se quedó como una coyota, el esposo difundió la historia como un recordatorio de nunca fijarse de las apariencias
Desde entonces, los habitantes escuchan sus lamentos en forma de aullidos, incluso, la han visto acompañada de sus cachorros, corriendo por las llanuras.