El mes de julio es de festejos en Chinandega, se celebran las fiestas patronales en honor a Santa Ana.
Una de las más fuertes actividades es el desfile hípico que recorre las principales calles de la ciudad.
Un buen número de montados se espera este año, luciendo bellos ejemplares pura raza, arribaran a esta ciudad occidental, jinetes con sus caballos procedentes de toda Nicaragua.

La fiesta de Santa Ana se remite al novenario, la Función el propio día 26 de Julio y su Procesion por la tarde, a lo interno del Templo se celebra la Octava de Santa Ana, ocho días después, aunque generalmente el cura Párroco lo hace el domingo más cercano a los ocho días.
El juego de Banderas de Santa Ana, la integraban 24 banderas rojas y amarillas con una corona en medio, estas acompañaban todo el trayecto de la procesión el 26 de julio. A la entrada después del recorrido, se pone una mesa en la puerta mayor donde colocan a la imagen.
Para el día de la Pitada de Santa Ana, portan banderas de papelillo con adornos picados en forma de dibujos y flores, tenían el encuentro a media cuadra de la casa del Mayordomo, eran recibidas por la Comitiva de Protocolo que también portaban banderas y los tambores clásicos de Santa Ana.

Ese día de La Pitada se hacían intercambios de regalos entre el Mayordomo, las Priostas, Tazacualas, lo que, hacia la forma sorpresiva mediante un recorrido con música de Mandolina y Guitarra, llevando en una bandeja, una hermosa Cajeta de Leche o de Zapoyol envuelta en papel celofán de vivos colores amarrada con un lazo, además de una bebida Gaseosa (Chibola) o (Chicha), también van tres abanderados, al entregar el Motete, aplauden de todos los presentes.
Decir Chinandega antigua, es volver a las fechas aquellas de ciudad sin luz, donde los timbaleros en aquellas noches oscuras, abríase paso con sus resonantes pregones de jucos y chirimías, visitando desde que empezaba el mes de Julio, casa por casa donde las matronas los recibían con chicha de maíz, ayotes y gofios al estilo de la Purísima, pero aquello bajo la mirada curiosa de un centenar de muchachos del barrio, que bailaban también rodeando a la hermosa gigantona.