Rigoberto nació en León, Nicaragua el 13 de mayo de 1929, provenía del seno de una familia humilde. Hijo de Soledad López y Francisco Pérez; era el hijo mayor de cuatro hermanos.
Cursó sus primeros estudios en el Hospicio de San Juan de Dios, ahí mismo estudió el oficio de sastre, ingresó a la Escuela de Comercio Silviano Matamoros para cursar estudios de Redacción y Taquimecanografía. Posteriormente labora en el Diario El Cronista de la ciudad universitaria. López, se apasionó por la poesía, música y la lectura, desde muy joven leyó obras de Rousseau, José Enrique Rodó y Rubén Darío. También de Antenor Sandino Hernández.
Asuntos personales le hicieron realizar frecuentes viajes a Managua, intensificando entonces sus actividades contra la dictadura de Anastasio Somoza Gracia (presidente de Nicaragua en ese entonces) y el compromiso por la libertad de su país, afiliándose en el Partido Liberal Independiente (PLI), formado por disidentes del oficialista Partido Liberal Nacionalista (PLN). Ingresó al PLI con ayuda de José Constantino González, quien fue secretario del General Augusto C. Sandino.
En 1947, con 17 años, el joven Rigoberto, siendo un experto aficionado de la pluma y el papel, publica el poema Confesión de un Soldado, y más tarde, en 1948 participa en el grupo musical Buenos Aires, junto a sus amigos Humberto Lacayo Amaya, Luis Santamaría Granera, Eloy Loredo Rugama y Róger Morales, en ese tiempo ya era un artista que componía y tocaba el violín. Todos sus escritos expresaban su visión y convicción revolucionaria.
A partir de 1950, Rigoberto viaja a El Salvador Panamá y México, ocasión que aprovecha para preparar y planificar la acción de ajusticiamiento, y acabar con el tirano Somoza. Para el 17 de septiembre de 1956, llega decidido a Managua con la acción preparada de eliminación del dictador.
A su regreso a casa, el día 21 de septiembre de ese mismo año, Rigoberto lo dedicó a su madre, a quien le declama el poema Confesión de un Soldado; llegando la tarde se viste y se enrumba hacia la casa del Obrero, León, lugar donde se realizaba una fiesta en la que participaba Somoza García; al presentarse ajusticia con sus propias manos al tirano Anastasio Somoza García, vengándose de todos los actos de injusticias que cometía contra el pueblo nicaragüense.
El hecho no quedaba así, posteriormente, López recibiría una lluvia de balas que le quitarían la vida de forma inmediata.
Ante la acción heroica de Rigoberto de ajusticiamiento al dictador, José Benito Escobar en su libro El Principio del Fin describe que, «Rigoberto realizó una acción política, con un antecedente y una perspectiva política que tuvo su máxima expresión en la acción misma de ajusticiar al tirano».
Asimismo, Escobar en su escrito agrega que tal hazaña «históricamente fue el incentivo que hizo cambiar de una forma radical las condiciones por las cuales verdaderamente debía luchar nuestro pueblo por su liberación».
Antes de realizar su acción Rigoberto escribió una carta a su madre en la que explica y justifica su operación. El escrito carta se convirtió en su testamento político. De igual forma, esta expone, desde el primer párrafo, su implicación en la lucha contra la dictadura y su decisión de cometer la acción revolucionaria y de patriotismo.
Extracto de la carta de Rigoberto López Pérez a su madre:
“San Salvador, septiembre 4 de 1956
Señora Soledad López
Leon, Nicaragua
Mi querida madre:
Aunque usted nunca lo ha sabido, yo siempre he andado tomando parte en todo lo que se refiere a atacar al régimen funesto de nuestra patria y en vista de que todos los esfuerzos han sido inútiles para tratar de lograr que Nicaragua vuelva a ser (o sea por primera vez) una patria libre, sin afrenta y sin mancha, he decidido, aunque mis compañeros no querían aceptarlo, el tratar de ser yo el que inicie el principio del fin de esa tiranía. Si dios quiere que perezca en mi intento, no quiero que se culpe a nadie absolutamente, pues todo ha sido decisión mía.”