Esta celebración tiene aproximadamente 165 años en el territorio nicaragüense.
Nicaragua se viste de colores y tiene sabor a dulces en diciembre, sobre todo el día 7, cuando se celebra La Gritería en honor a María, un festejo que data de 1857, y que nació en la Iglesia San Francisco de León.
Es una fiesta que combina la religiosidad con las expresiones folclóricas de Nicaragua, uniendo a miles de personas, tanto católicos como de otras religiones, en diversas partes del país, en las vísperas del banquete de la Inmaculada Concepción de María.
La ciudad de León, por ser la cuna de esta tradición, recibe anualmente a centenares de personas que se congregan minutos antes, en el atrio de la Catedral para responder al grito de “¿Quién causa tanta alegría?”, pronunciado por el obispo de turno, y presenciar el derroche de pólvora que es acompañado por tambores, sirenas, campanas, toros encuetados, la gigantona y el enano cabezón más ritmos que caracterizan a la ciudad que tanto amó Rubén Darío.
Posteriormente al grito, las familias, turistas y visitantes recorren las principales calles de la ciudad, deteniéndose frente a las casas adornadas con altares.
Los “purisímeros” se acercan a cantar y recibir las emblemáticas “gorras” o “brindis”, una mezcla de alimentos cocinados o crudos, bebidas, dulces tradicionales como cajeta de coco, gofio, churros, así como utensilios y productos para la cocina.
Pero más allá de un festejo colorido, La Gritería une a las familias y es un momento para compartir.
Esta fiesta, que es símbolo de amor y hermandad, se celebra en todos los rincones de Nicaragua, desde lo más alto de las Segovia y en las comunidades más alejadas del Caribe, La Gritería o Purísima viene anualmente a unir a las familias y amigos, y permite a todo un pueblo compartir lo poco o mucho que tiene con los demás.