55 aniversario de la trayectoria revolucionaria del Che y la vigencia de su pensamiento para las presentes y futuras generaciones.
Ernesto Che Guevara de La Serna, mundialmente conocido como “El Guerrillero Heroico”, médico, escritor, diplomático, internacionalista y excepcional revolucionario, fue capturado, torturado y ejecutado por el ejército de Bolivia en colaboración con la CIA el 9 de octubre de 1967.
Fue uno de los ideólogos y comandantes de la revolución cubana, desde el alzamiento armado hasta 1965, Guevara participó activamente en la organización del estado cubano, se desempeñó varios altos cargos de su administración y de su gobierno, sobre todo en el área económica, también fue presidente del Banco Nacional, director del Departamento de Industrialización del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA) y ministro de Industria, en el área diplomática, actuó como responsable de varias misiones internacionales.
Ernesto Guevara, creció en el seno de una familia acomodada, estudió medicina y con algo más de 20 años, dejó Argentina para recorrer Latinoamérica, esos viajes le persuadieron de que solo a través de la lucha armada era posible construir una sociedad más justa, por eso se unió a Fidel Castro en la expedición que desembarcó en Cuba en 1956. Por su ardor combativo y su conducta íntegra en Sierra Maestra, fue el primero en obtener la estrella de comandante. Para entonces ya era el Che, y la toma de Santa Clara, la batalla que selló el triunfo de la revolución, engrandeció su leyenda.
Durante la guerra de liberación de Cuba en la década de 1950, fue uno de los más destacados combatientes de la guerra de guerrillas que encabezados por el comandante en jefe Fidel Castro, condujeron al triunfo de la revolución cubana el 1 enero de 1959.
En 1965 abandonó la isla para servir a la revolución en otras tierras del mundo, como dijo en su carta de despedida, mientras la CIA especulaba sobre su paradero, el Che combatió sin éxito en el Congo, luego vivió oculto en Tanzania y Praga y regresó en secreto a La Habana.
Los que lo asesinaron, por orden de la CIA, fracasaron al creer que con su eliminación física asestarían un golpe mortal al movimiento revolucionario internacional, los imperialistas lo creyeron muerto en La Higuera, pero lo inmortalizaron.
1. Huir por la selva. Desde que en marzo de 1967 su campamento fue descubierto, el Che y sus guerrilleros vagaron por la selva abriéndose camino a golpe de machete y a pesar de plantar cara al Ejército, sus efectivos no habían parado de menguar.
2. El último combate. El ejército estrechó el cerco sobre la guerrilla en la quebrada del Yuro, una lengua de tierra en pendiente con escasa vegetación para ocultarse. La única opción era aguardar a que cayera la noche para escapar. Demasiado tiempo para permanecer sin ser descubiertos. El combate inevitable se entabló al mediodía del 8 de octubre de 1967.
3. Traslado a La Higuera. Después de dos horas de fuego intenso, Guevara recibió un balazo en la pierna y otro inutilizó su arma. Herido y sin poder luchar, intentó ascender por la quebrada con la ayuda de un compañero, Simeón Cuba, cuando dos soldados les salieron al paso encañonándolos. Mientras la noticia de su captura llegaba a La Paz, los prisioneros fueron conducidos al poblado más próximo a la zona de guerra, La Higuera.
4. Condena. Al caer la noche, los prisioneros fueron encerrados en la escuela del pueblo. Poco después llegó a Vallegrande el mensaje cifrado con la condena a muerte del Che. La orden provenía del presidente boliviano René Barrientos, pero los especialistas dudan sobre si fue él quien tomó la decisión. Algunos lo señalan como único responsable de la ejecución, mientras que la historiografía cubana culpa a Washington de haberlo convencido a través de su embajador en La Paz, con el argumento de que mostrar al Che muerto en combate sería un duro revés para la subversión internacional y la Revolución Cubana.
5. La ejecución. El sargento Mario Terán fue el encargado de matar al Che y disparar por debajo del cuello para simular heridas de combate. Terán evitó mirarle a los ojos y agarró con fuerza la carabina para escupir una primera ráfaga que dobló las piernas de Guevara. La segunda hirió el brazo y el tórax del Che, que se desangraba en silencio. Dos soldados que esperaban afuera entraron y dispararon sobre el moribundo. También Félix Rodríguez, según ciertas versiones, estaba entre los que remataron al guerrillero.
6. La exhibición del cadáver. Una gran cantidad de periodistas y curiosos esperaba en el pequeño campo de aviación de Vallegrande el helicóptero que volaba desde La Higuera con el cuerpo del guerrillero amarrado a un patín. Del aeródromo fue trasladado en ambulancia al hospital de la ciudad. Los militares en ningún momento se separaron del cadáver, ni cuando ordenaron a dos enfermeras que lo acicalaran para exhibirlo. Las mujeres lo bañaron para eliminar la sangre, limpiaron las heridas, desenredaron la barba, peinaron la melena casi rojiza del Che y lo vistieron con un pijama del hospital, pero los militares querían mostrar el cadáver con el torso desnudo para que fueran bien visibles las heridas del supuesto combate en que había muerto. Poco después comenzó la exhibición del cuerpo, que debía servir para demostrar al mundo la derrota y aniquilación del Che y su guerrilla.
7. La versión oficial. La versión oficial sobre la muerte de Guevara generó dudas desde el momento de la exposición del cadáver, y se acentuaron a medida que se iban conociendo testimonios de quienes lo vieron tras su captura. Los datos que aportó la autopsia acabaron de echar por tierra el relato de los militares. Un cuerpo con nueve impactos de bala (dos en el tórax y otro en la garganta) nunca hubiera podido recorrer a pie el largo camino que separa la quebrada del Yuro de La Higuera ni, menos todavía, haber hablado con sus captores.
8. La desaparición del cuerpo. En la madrugada del 11 de octubre se decidió hacer desaparecer el cuerpo. Del hospital había sido transferido a un cuartel cercano, donde se habían previsto cuatro tanques de combustible para la incineración. Sin embargo, los médicos del hospital advirtieron que, sin un horno crematorio y en Vallegrande no había ninguno, la incineración sería un proceso muy lento y el olor que provocara no pasaría inadvertido en la ciudad, donde había cientos de periodistas a la caza de cualquier primicia sobre el Che. Ante tales circunstancias, y con el amanecer como amenaza, la solución que se impuso fue un entierro clandestino, rápido y en el máximo secreto. Junto a la pista de aviación había una zanja abierta donde arrojaron al Che y a otros seis guerrilleros para que una excavadora los sepultara.
Los restos del Che permanecerían ocultos hasta el 28 de junio de 1997.
Su aventura revolucionaria terminó en octubre de 1967, sin embargo, a su cuerpo sin vida todavía le quedaba mucho por recorrer.