El riesgo había sido tomado por una razón estratégica. No fue venganza. Somoza Debayle era el jefe de la contrarrevolución que amenazaba a los triunfantes sandinistas.
Era 1980, una joven se dirige en taxi hacia una de las residencias más exclusivas de la ciudad en taxi a una peluquería, pero el conductor no conoce ese sitio, por lo que sugiere a la mujer preguntar en una delegación policial por la misma.
La joven buscaba una peluquería que estaba a media cuadra de donde vivía un fulano… Anastasio Somoza Debayle. La información serviría para algo más que para un corte de cabello, se detuvo en la delegación de la Policía. – ¿Alguien sabe dónde vive ese señor?, preguntó el taxista. Allí le dieron el punto exacto.
Es Asunción, Paraguay, la ciudad del relato en una urbanización donde cada residencia tenía un costo de 1 mil 500 dólares mensuales en alquiler. “Vaya señor”, le dijeron, “es zona exclusiva. Allí viven los más ricos”.
Relatado por uno de los oficiales sin conocimiento del ajusticiamiento de Somoza Debayle, el 17 de septiembre de 1980, por una acción armada dirigida por Enrique Gorriarán Merlo. Es quien narra esta historia, ha sido liberado por el presidente Eduardo Duhalde, tras ocho años de encierro en Argentina.
En sus memorias, lanzadas a través de la editorial Planeta, narra que, Somoza Debayle (Tacho) escapa a Miami, Florida, el 17 de julio, tras ser derrocado del poder en Nicaragua definitivamente el 19 de julio de 1979. En esa fecha finaliza la dictadura que forjó el primero de los Somoza, Anastasio Somoza García desde 1936.
Al llegar al país del norte es expulsado, por lo que se dirige hacia a Paraguay, donde se estableció. Somoza Debayle estaba bien custodiado. Era muy amigo del dictador Alfredo Stroesner. dice Gorriarán que la planificación fue minuciosa, quien estuvo seis meses en Paraguay haciendo contactos, viendo cómo llegar a la hora de la hora.
Enrique Gorriarán llega en mayo de 1980, pero Hugo Irurzún (El Capitán Santiago), uno de los siete que participaron en el operativo de ajusticiamiento, llega seis meses antes. Fue uno de los primeros.
“Lo difícil, después de localizar la casa, fue alquilar un sitio que permitiera vigilarlo 24 horas. La casa estaba a unas cuatro cuadras. Cuatro varones y tres mujeres, entre ellas la del corte de pelo, trabajaban a la par de las manecillas del reloj. Hasta parecían que entraban en competencia”.
Gorriarán narra que fueron 10 compañeros los participantes, entre ellos, estaba Roberto Sánchez, hermano de Aurora Sánchez La Cachorra, Hugo Irurzún (El Capitán Santiago), Claudia Lareu. El comando reclutó al dueño de un kiosco de venta de periódicos, dos cuadras antes de donde vivía Somoza Debayle.
Desde la venta de periódicos avistaron el 17 de septiembre que venía. Venía en el vehículo de siempre, pero el chofer no era el mismo.
“Teníamos que cuidarnos de la custodia que traía Somoza, cambiar el objetivo, y atacar el vehículo con un chofer que después supimos era de apellido Gallardo. Era la primera vez que mirábamos a ese chofer, porque el de siempre en esos días era un general suyo de apellido Genie (Samuel), que había sido jefe de la Seguridad de Somoza en Nicaragua”.
Los minutos se hicieron horas, dilatados como sólo ellos suelen serlo en momentos de tensión. El primer cohete de Iruzún, le toco al capitán Santiago, estaba malo. Hubo que cambiarlo. Se hizo. El disparo de la bazuca fue certero.
Ahí murió Somoza, mientras en Nicaragua se celebraba en las calles con el ánimo intacto de aquel 19 de julio, cuando el triunfo de la Revolución Sandinista en la plaza que le pusieron ese nombre.
Los ánimos estaban al tenor del conflicto, pero fue la alegría de la gente fue la que dio ánimo a Gorriarán, así como a sus compañeros cuando Paraguay cerró las fronteras, empezaron a aparecer fotos y retratos hablados de los implicados ninguno era el de ellos.
«Era la época en que funcionaba el Plan Cóndor. Había mucha relación entre las dictaduras de Chile, Brasil, Paraguay y Argentina. Tenían un rápido intercambio de información, pero en este caso sacaron a alguien parecido a una compañera”.
“Luego vivimos toda la tensión. Después cruzamos Argentina, otro Brasil. Yo fui a Costa Rica y después a Nicaragua. Nos dividimos y luego nos encontramos. No recuerdo cuánto gastamos en esa ocasión». Sí, fue como las películas de espías. Ofrecieron 50 mil dólares por ellos sin conocerlos”.
Sólo uno de ellos murió: Hugo Iruzún, el capitán Santiago, quien como Gorriarán había colaborado en Nicaragua con el fin de la dictadura. Los lazos, ahora recuerda el segundo, eran fuertes. Históricos como le gusta decir.
“Teníamos informaciones concretas. Somoza tenía arreglado con el jefe de la Policía de Honduras, un coronel Alvarez (Gustavo Alvarez Martínez), afín al somocismo, y con militares argentinos, los cuales, cuando se produce el ajusticiamiento, ya había un grupo de asesores argentinos en Honduras a través de un acuerdo entre los militares argentinos y él”.
Eran los tiempos de dictadura de Videla en Argentina, con 30 mil desaparecidos, 500 niños robados, época en que militares argentinos y Somoza creían que Estados Unidos había abandonado la lucha contra el comunismo.
Ellos se planteaban, según Gorriarán, cómo reemplazarían la carencia. Pero nada de lo contado por Gorriarán hubiera sido un hecho, si Somoza no persistiera en su empeño por volver al poder.
“Te juro que no fue venganza. Si Somoza, por ejemplo, no hubiese querido retomar el poder y hubiese, no sé, decidido irse a vivir a España. No hubiéramos hecho está acción. Por eso, insisto que fue en el contexto de la contrarrevolución. No es un atentado individual”.
Julio Cortázar estaba muy impactado por la revolución en Nicaragua, entonces comenzó a viajar, a visitar aquel país, frecuentemente. Entonces un día lo conocí en Nicaragua en la casa de Tomás Borge (dirigente del Frente Sandinista de Liberación Nacional-FSLN).
El escritor nos manifestó que le hubiera gustado escribir un libro sobre ese hecho. Nosotros le contamos cómo había sido. Cortázar sabía lo que había significado Somoza para Nicaragua.
“Nosotros le agregamos un elemento que quizás no era muy conocido. Somoza no fue ajusticiado por las cosas terribles que había hecho en el pasado dictatorial. No fue un hecho de venganza. Fue el ajusticiamiento del jefe de la contrarrevolución que ya estaba actuando contra Nicaragua y contra la nueva revolución que había triunfado en julio de 1979”.
A esa altura había instructores en represión que la dictadura militar argentina había enviado a Honduras para reprimir internamente y organizar la contrarrevolución contra la revolución sandinista, de la mano de la CIA. Eso era lo que Somoza había acordado con la dictadura argentina desde Paraguay.
“Me llamó poderosamente la atención esa sencillez. También su inteligencia, pero eso yo lo descartaba, porque sabía que él era muy inteligente. Sí me sorprendió su sencillez. Julio estaba impactado por lo de Somoza”.
Entonces nosotros siempre decimos que lo que hicimos no fue una venganza por lo que había hecho en el pasado sino una emboscada contra el jefe operante de la contrarrevolución. Lo hicimos en Paraguay porque él estaba en Paraguay, si hubiera estado en Nicaragua, lo hubiéramos hecho en Nicaragua.