Son miles de personas que asisten, pagando promesa hecha al santo, luego de recibir algún milagro.
El alma cultural y centro tradicional de las fiestas patronales de Managua, es la procesión de Santo Domingo, la cual surge y es mantenida por la devoción religiosa y el apego sentimental de miles de personas hacia el santo, al cual “personifica” esa antigua y diminuta estatua del mismo que ha sido tildada de milagrosa por tantas familias.
En Managua, las actividades de las fiestas agostinas actuales tienen dos diferentes escenarios, que se repiten cada uno de los dos días principales. Por un lado, se realiza la procesión del santo, en la cual participan miles de personas y están llenas de mucha tradición cultural, expresión religiosa y entusiasmo; y en otro punto se lleva a cabo el desfile hípico y de carrozas, al que asisten también una enorme cantidad de personas con ánimos de entretenerse y participar del ambiente de fiesta de las calles.
Minguito, la estatua, permanece todo el año en la Parroquia de Las Sierritas, zona residencial ubicada al sur de la ciudad. Ahí se mantiene inmóvil hasta la llegada de agosto, cuando es sacado en procesión a visitar el centro de Managua (es llevado a la Iglesia Santo Domingo ubicada cerca del antiguo centro de la ciudad), en donde permanece por varios días hasta que es regresado a su “casa” en una procesión inversa a la primera.
El primero de agosto se realiza la primera procesión, conocida como “la bajada del santo”, y el 10 de ese mes acontece la segunda procesión, a la que se conoce como “la subida del santo”. Esto se debe a que la parroquia en Las Sierritas está ubicada a mayor altura que el centro viejo de la ciudad. También la gente nombra a las procesiones como “la traída” y “la llevada” del santo, respectivamente.
Son miles las personas que asisten, ya sea realizando todo el recorrido junto a minguito, o esperándolo en los puntos del trayecto que mejor les parezca o convenga.
Muchos son los que llegan como simples espectadores curiosos. Otros llegan porque son grandes amantes de la tradición. Pero los asistentes más llamativos e importantes son los llamados “promesantes”, nombrados así porque el motivo de su asistencia es el pago de una promesa hecha al santo, luego de que recibieran algún milagro pedido con anterioridad al mismo.
Los promesantes son la columna vertebral de las fiestas. Según su forma de pago por el milagro, muchos de ellos usan atuendos llamativos tradicionales que dan un colorido atractivo a la procesión. Algunos se visten con trajes folclóricos, otros de indios, muchos se embadurnan el cuerpo de aceite y polvos hasta quedar negros o con otras sustancias hasta quedar rojos y parecer diablos, otros se visten de la tradicional “vaquita”. Algunos promesantes entran a la iglesia de rodillas, otros simplemente bailan con su ropa habitual.
Las fiestas son muy alegres, el santo es transportado en una peana plana de madera, con una base cuadrada de un metro de largo por uno de ancho, y con una altura en el centro de medio metro. Minguito, protegido por una cápsula de vidrio, es colocado en el centro, y el contorno es adornado con arreglos de flores artificiales y plumas vistosas. La peana es cargada en hombros por una multitud de “cargadores” tradicionales que se van turnando unos a otros en todo el recorrido. Para casi todos éstos, esa es la forma que han encontrado para pagar su promesa.