La conclusión de la cumbre de la OTAN en Madrid a finales de junio abrió oficialmente una nueva etapa en la historia en la que el unipolarismo imperial occidental declara la guerra al multilateralismo sin ninguna diplomacia. Con el nuevo Concepto Estratégico, la organización atlántica abandona cualquier ambición de garantizar la paz internacional, como de su estatuto fundacional; elige la guerra, o al menos la amenaza de ella, como eje central de sus relaciones internacionales. Un aumento de soldados y armas en Europa y en la región del Pacífico, un incremento de la presión política y militar: se oficializa una nueva política dedicada al desequilibrio, a elevar las tensiones con posturas amenazantes y provocadoras y con el alistamiento de cualquier país que, por su ubicación territorial, pueda ejercer presión o incluso suponer una amenaza para las naciones que la OTAN considera hostiles. La adhesión de Suecia y Finlandia, de hecho, indica cómo Washington ya no contempla ni siquiera formalmente la existencia de países neutrales destinados a amortiguar el choque bipolar, y en cambio decide unir militarmente a todo Occidente.
En la asunción, incluso formal, de lo que antes era sólo sustantivo – es decir, una organización ofensiva con rasgos agresivos – se confirma que la OTAN se ha convertido en la prolongación de la política estadounidense, en anillo de seguridad de sus intereses. Desaparece otro postulado hipócrita que veía a Estados Unidos como garante de la seguridad de Occidente, ya que ahora es Occidente quien se dedica a la seguridad de Estados Unidos. La nueva función es clara: entrar en conflicto con cualquiera que amenace la posición de Estados Unidos. Que, además de encontrarse con un sistema internacional que los proteje, también ve en él un elemento de utilidad económica, ya que el aumento de las tensiones militares provocará un incremento global del gasto militar. Y mientras que para todos los países del mundo representan una distracción del gasto público en detrimento del bienestar, una piedra de molino para las políticas de avance socioeconómico, para Estados Unidos son el motor fundamental de su crecimiento económico.
En el documento no queda claro cómo piensa actuar la OTAN en una posible guerra directa contra Moscú y Pekín. En el plano militar, el juego es incierto, además de loco, y en el plano económico parece complicado, ya que sus miembros no pueden basar su esfuerzo bélico en un sólido aparato industrial y manufacturero. La desindustrialización de las últimas décadas y la financiarización de la economía han minado la capacidad de Occidente para sostener una producción bélica que permita un enfrentamiento con potencias como Rusia y China. Un marco económico y militar que debería empujar a la organización atlántica a una mayor prudencia, pero que prefiere descartar con amenazas de guerra cualquier hipótesis de acomodo con las legítimas necesidades de seguridad de Rusia y los proyectos de crecimiento e integración multipolar de China.
¿Quién amenaza a quién?
En la desbordante retórica del nuevo Concepto Estratégico, Rusia y China serían los regímenes autoritarios que, junto con otros, querrían destruir el sistema occidental. El argumento de que es China la que amenaza a EE.UU. es hilarante: como es bien sabido, hay unas 800 bases militares estadounidenses en todo el mundo, de las cuales unas 20 amenazan directamente a Pekín. En el Pacífico, 137.000 soldados estadounidenses están estacionados en bases en Hawai, Corea del Sur, Japón, Guam, Singapur, Tailandia, Australia y Filipinas, y también hay tropas estadounidenses en Hong Kong, Malasia e Indonesia. En particular, las bases de Guam (Marianas) y Yokosuka (Japón) son las mayores en tamaño, equipamiento militar y armas nucleares del mundo. China no posee ni una sola fuera de su territorio. ¿Y es China la que amenazaría a Estados Unidos?
Un razonamiento idéntico podría hacerse sobre la ampliación de la OTAN hacia el este para rodear a Rusia, mientras que no hay bases rusas en las fronteras de los países de la OTAN; Moscú sólo tiene dos y en Siria.
Por eso es difícil intentar un análisis objetivo de las tendencias que se están produciendo en la escena mundial ante tanto macartismo de vuelta: el nuevo Concepto Estratégico no tiene ninguno de los conceptos ni la estrategia necesarios para la fase convulsa llena de tensiones y guerras que vive el planeta precisamente por la agresión de EEUU que ve amenazado su dominio.
Pero al margen de la retórica propagandística, los adversarios de la OTAN, que se ha convertido en el representante político de todo Occidente, no son sólo China y Rusia, sino todos los países definidos como «emergentes», es decir, aquellos que presentan un crecimiento económico y tecnológico constante y no están dispuestos a ceder recursos y soberanía política a Estados Unidos y sus socios minoritarios.
Estados Unidos, a estas alturas sumido en una profunda crisis de modelo en lo económico y en lo social, y rezagado en lo tecnológico y en lo militar, ha identificado el imperioso crecimiento de China, el peso militar de Rusia y el valor económico de los países emergentes (India sobre todo) como el obstáculo a remover para evitar una confrontación de libre mercado que haría perder a Occidente.
Europa, adiós
El otro aspecto predominante de la cumbre de Madrid es que sancionó el fin de Europa como proyecto político y económico basado en los intereses del continente y que pretendía, desde su inicio, crear una zona de paz en el continente donde nacieron dos guerras mundiales debido al expansionismo alemán. Bruselas tiene ahora un papel similar al del Reino Unido, Canadá y Australia, es decir, de mero apoyo a la extensión del dominio estadounidense. Pone su identidad política, su historia, su crecimiento económico, su territorio y su población a disposición de la expansión del imperio estadounidense, que también incluye guerras nucleares tácticas que Washinton necesita para probar las acciones y reacciones de sus adversarios.
¿Un ejemplo de ello? La entrada de Suecia y Finlandia ha sido aclamada con énfasis, pero el abandono del principio de no alineación por parte de estos dos países significa una multiplicación del riesgo de guerra en Europa y no un aumento de la seguridad colectiva. Y queda por demostrar que su entrada en la OTAN es una idea conveniente desde el punto de vista militar. Ambos países, de hecho, comparten una frontera de 1.340 kilómetros con Rusia, que, sin embargo, controla el Báltico y el Ártico con su base militar de Kaliningrado. Kaliningrado -de 15.000 kilómetros cuadrados y enclavado entre Lituania y Polonia- es un puesto militar ruso situado a 1.400 kilómetros de París y Londres, 530 de Berlín y 280 de Varsovia, y es una parte del territorio ruso en medio de la Unión Europea. Se encuentra en una posición clave por dos razones: el puerto del Mar Báltico, que alberga la base de la flota naval rusa, está situado en una de las pocas zonas donde el mar no se congela. Además, al controlar el corredor de Suwalki -que conecta el óblast con Bielorrusia y es el único paso terrestre entre Polonia y los países bálticos- Moscú podría aislar a Letonia, Estonia y Lituania de un solo golpe e imponerse rápidamente a Varsovia.
Además, Europa se convertiría en un objetivo aún más importante en caso de conflicto, ya que Kalinigrad alberga los sistemas Iskander, misiles balísticos tácticos de corto alcance capaces de transportar ojivas nucleares con un alcance de hasta 500 kilómetros y que, por tanto, pueden llegar a gran parte de Europa. En resumen, en contra de lo que se podría sugerir, la entrada de Suecia y Finlandia no representa un refuerzo del nivel de seguridad del continente, sino un aumento del riesgo de conflicto, y el nuevo ajuste balístico de Rusia aumentará la fragilidad militar de Europa.
Luego están las repercusiones económicas. La devastadora crisis que azota, y más aún en invierno, a la UE, hundirá las tenues suposiciones de la recuperación pospandémica, mientras que EE.UU. se beneficiará, porque la menor fortaleza económica de la UE reducirá el peso de un peligroso competidor en los mercados comerciales y de divisas. EE.UU. tendrá una buena oportunidad de imponer sus productos en un mercado en el que la UE no podrá competir debido al cierre parcial pero significativo de su capacidad de producción y red de distribución, abatidas por la reducción del suministro de energía y la subida de los precios, de la que Moscú se beneficia a cambio.
Todos para uno, no uno para todos
Madrid afirmó el fin del concepto de diversidad dentro de la Alianza, de la idea de mantener la seguridad colectiva considerando las necesidades respectivas de cada uno de sus miembros. Ya no hay lugar para las necesidades nacionales o regionales. El sistema de defensa militar del capitalismo está centralizado y sienta las bases del enfrentamiento global entre el imperio estadounidense y el resto del mundo, que ve en el Sur y el Este del planeta la afirmación de un nuevo grupo de países que pretenden compartir la gobernanza planetaria. No es una afirmación errónea, ni mucho menos: los BRICS (y no sólo ellos) son países estratégicamente importantes, económicamente exitosos, políticamente influyentes, militarmente fuertes y demográficamente mayoritarios. A la espera de la próxima entrada de Irán y Argentina, ya representan el 40% de la población mundial, el 25% del PIB y el 18% del comercio, y más de la mitad del crecimiento económico del planeta. Lo que asusta a Washington.
En Madrid, la OTAN se despojó de la máscara de la alianza militar defensiva, desgastada por las derrotas militares y políticas, y ahora se coloca abiertamente en una condición beligerante contra el resto del mundo. La representación de unos 700 millones de personas decide enfrentarse incluso militarmente a los más de 5.000 millones de habitantes restantes de la tierra para no compartir la gobernanza del planeta. ¿Por qué? Porque ello obligaría a detener el expolio de los recursos y las materias primas necesarias para mantener un Occidente que ya no produce nada de lo que requiere el desarrollo del planeta y que, por el contrario, condena su futuro a una guerra inevitable para acaparar recursos vitales como el agua, la biosfera, las tierras raras y los combustibles.
Los eslóganes, las amenazas y las exhibiciones musculares sirven de poco. La voracidad de la OTAN está fuera de tiempo: David crece y se fortalece, Goliat no tiene nada de qué alegrarse.