El anuncio de que Turquía accedió a apoyar la adhesión de Finlandia y Suecia a la OTAN significa varias cosas, entre ellas un escalamiento importante y peligroso de la guerra de Occidente contra Rusia.
De ahora en adelante Escandinavia tendrá que hacerse a la idea de movimientos de tropas nucleares rusas cerca de sus fronteras para defender el Báltico y el Mar del Norte.
Yo sinceramente creía que Turquía iba a esperar unas semanas más, pero al parecer Wall Street y la City de Londres están dispuestas a pagar cualquier precio con tal de detener el desarrollo de Rusia.
Lo que no se menciona es que la alianza occidental tuvo que acceder a todas las demandas de Turquía:
– Ilegalización (y clasificación como terroristas) de los partidos curdos que los escandinavos históricamente han apoyado, incluyendo, con toda seguridad, la entrega de ciudadanos curdos asilados en esos países que no tengan nacionalidades escandinavas. Aún más: el acuerdo entre Ankara, Estocolmo y Helsinki prevé que los firmantes se brindarán «apoyo mutuo contra las amenazas a la seguridad de los demás».
– El otro elemento importante es el levantamiento de las barreras para la exportación de armamentos a Turquía. No es que esa perspectiva sea muy repugnante para la pequeña, pero agresiva industria sueca de armamentos, pero ciertamente le crea muchos problemas de legitimidad, tanto a los escandinavos como a la OTAN, ya que Turquía también ha comprado avanzado armamento ruso, y hasta tiene una alianza con Rusia para garantizar la navegación en el Mar Negro, algo a lo que Ankara no renunciará jamás.
Al aceptar que Turquía les tuerza el brazo, tanto los globalistas de Washington y Londres como las clases políticas escandinavas se han tenido que tragar un sapo de grandes proporciones.
La OTAN ahora depende de Turquía, un país semiperiférico con una agenda hegemónica propia.
Por su parte, los escandinavos, que ya metieron a sus países en la OTAN sin ningún tipo de referéndum, ahora al entregar a los curdos y abiertamente vender armas a un país al que por décadas han retratado como el imperio del mal, van a tener que dar marcha atrás en cualquier pretensión de erigirse en garantes de los DD. HH.
Además, han hecho a sus países menos seguros, no solo porque cada vez los exponen a una confrontación directa con Rusia (algo que no le han explicado bien a sus propios ciudadanos), sino además a la violencia de sus ex-protegidos curdos.