Se venden en diversos puntos del país.
Las famosas Rosquillas Somoteñas, son un postre típico lleno de tradición e historia en la gastronomía nicaragüense, sus raíces, en la región de Somoto situada a 216 kilómetros al norte de la ciudad de Managua.
Estas deliciosas rosquillas tostadas, de maíz de Nicaragua, conservan su tradición que por años se ha pasado de generación en generación dando como resultado unas crocantes y sabrosas rosquillas que se acompañan de un buen café recién hecho.
Este postre típico que lleva por nombre rosquillas somoteñas, es una combinación de maíz, queso cuajado, mantequilla y leche que hacen una combinación divina.
En el año 1954, María Luisa empezaba en Somoto a experimentar un nuevo tipo de negocio que marcaría en el siguiente medio siglo, todo un perfil de identidad local. En la actualidad poseen 37 fábricas de rosquillas en esa ciudad. Las últimas siete nacieron en la última década, como indicador de que el negocio tuvo éxito.
María Luisa dio los primeros pasos usando siempre los hornos de leña en forma de cúpula, pero buscaba la manera de evitar que el intenso fuego provocara un producto de suave consistencia y de poca durabilidad, que era el predominante para el entonces.
Afinando los detalles al secar el maíz, en el calor del horno a base de brasas, exponiendo la masa en el interior de la recámara por diez o quince minutos, a temperatura de 400 grados centígrados, se logró hacer una importante diferencia entre las rosquillas somoteñas y las que se realizan en Jinotega, El Viejo, Rivas u otros sitios, se llaman rosquillas, pero saben y se aprecian diferente.
María, realizó modificaciones importantes en los últimos años, instalando fibra de vidrio entre dos capas de ladrillos del horno, con lo que se ahorra el cincuenta por ciento de leña y reduce el deterioro de los bosques norteños.
Se ha verificado que estas rosquillas duran tostaditas hasta dos meses sin ser refrigeradas y sin usar químicos preservantes, lo cual las hace más Ecoamigables.
Creció la demanda en el país de ese bocadillo simple, en forma circular y color blanquecino, llamado rosquilla. También creció la demanda de las hojaldras, una delgada y diminuta tortilla tostada, adornada con una pequeña porción de dulce de rapadura, que algunos llaman «viejitas». En tercer orden quedaban las empanadas y otros bocadillos similares.
María Luisa, recuerda que al inicio se trabajaba con diez libras de maíz por día, pero ella se impuso el reto de crecer. Hace diez años, a medio siglo del negocio inicial, llegaron a mover un quintal y medio de maíz para sacar treinta mil rosquillas diarias. Pero la fama ha trascendido de tal manera, que ahora se trabajan tres quintales diarios de maíz, para sacar sesenta mil piezas por día, para un crecimiento impresionante de 3,000% respecto a las primeras operaciones, cuando el producto se vendía casa por casa, en las escazas calles de la remota ciudad.